La desesperación se apoderó de la vida Érica Aranda (45) quien hace años no puede abrazar ni besar a sus hijos. En su mente, está presente aquel 28 de agosto del 2011, momento que les hizo por última vez una caricia a sus niños que en ese entonces tenían 10 y 5 años y ayer, que fue un día especial, ya que el menor de ellos cumple 15 años pero no puede saludarlo.

Todo comenzó en el 2009 cuando se separó del padre de sus hijos Sebastián González (42) y ella pidió mediante abogados, la cuota alimentaria y propuso un régimen de visita. Posteriormente, en el 2011, el papá de los niños se los llevó de vacaciones y desde ese momento no los devolvió.  "Moví cielo y tierra para que me los regresaran pero siempre inventaba denuncias para que los niños no estuvieran conmigo", destacó.

El mayor de los chicos tiene parálisis cerebral y retraso madurativo, actualmente tiene 20 años y su preocupación siempre fue que nunca dejara sus estudios y clases de equinoterapia.

Según Érica, "la excusa de no restitución" de los niños fue porque González había radicado una denuncia indicando que un grupo de niños de 5 y 9 años había abusado sexualmente de los dos hermanitos y que Érica con su novio los maltrataba. "Estuve meses detrás del juez para que me devolviera los niños. Perdí la cuenta de todas las veces que he llorado por ellos", resaltó.

Érica contó que a los pequeños se los llevaron a una finca de Alto de Sierra que era del padre del abogado de su exmarido. "Me enteré que el abogado era el hijo de un juez. Estaba todo armado", dijo con tristeza.

Tras acordar que podía verlos y tenerlos algunos días de la semana, fue a buscar al más grande a sus clases de equinoterapia y cuando lo fue a bañar, notó que tenía moretones en su cuerpo. "Cuando le pregunté qué le había pasado él me dijo: '¡Pum!, Ani papá'. Así le decía a la esposa de mi ex", expresó. Sin dudarlo, radicó la denuncia por maltrato y un médico legista constató los hematomas.

Y no tardó en llegar la segunda denuncia contra ella, en respuesta de lo que Érica había expresado en la policía. "El 26 de agosto del 2011 inventó junto con mi pareja habíamos hecho abuso sexual y corrupción de menores", destacó y agregó que la causa cayó en el 5to Juzgado Correccional. Por este motivo, quedó involucrada en esa causa y en octubre de ese año quedó detenida, al igual que su actual marido. "Estuve 10 días tras las rejas y por estar embarazada me dieron prisión domiciliaria. Tuve a mi hija con custodia policial y mi marido en la cárcel", expresó con bronca.

Luego de 9 meses, el 15 de mayo del 2012, el juez dictó falta de mérito tras realizarle Cámara Gesell a los niños. "Salímos en libertad y el juez firmó que estabamos detenidos indebidamente. Nos habían inventado que nos drogábamos y teníamos orgías", declaró apenada. Recién en 2015 recibieron el sobreseímiento.

La angustia y la peregrinación por Tribunales de Érica no culmina allí. "Me dieron una cita en octubre del 2016 para verlos en un patio de comida con la presencia de una trabajadora social. Pero a los metros estaba el padre y la pareja de él. No pude abrazarlos ni darles un beso", volvió a quebrarse.

Aranda asegura que su exmarido pagó una psicóloga para que dijera que no les hizo bien verla. "Inventó en un informe y yo hasta los denuncié en el Colegio de Psicólogos porque faltó a su ética. Además, la jueza de Menores ni se molestó en leer el informe que presentó la trabajadora que ellos pusieron y que hablaba bien del encuentro que tuve con mis hijos", amplió.

"El juez Benito Ortiz fue el encargado de firmar nuestro sobreseimiento y declarar el informe de Inés Rodríguez como fraude procesal. Recién en el 2018 pude tener acceso al derecho de recibir información sobre mis hijos y me reclamaron cuota alimentaria para ellos", sostuvo.

Érica vive en Chimbas y sabe que sus hijos están en Pocito. Los extraña, los quiere ver y "solamente la tumba" va a frenar su lucha. "No sólo me quitó a mis hijos, me dejó sin trabajo y ensució mi imagen. Hace años que no puedo tener un trabajo firme por las causas penales que me armó", indicó la ahora presidenta de la Asociación Familias Unidas por Nuestros Hijos.

"Yo nunca me los he cruzado. Tengo una hija de 8 años que no conoce a sus hermanos y me angustia. Cada vez que voy a algún lado, los busco. Yo busco la cara de mis hijos en los niños que veo en la calle", cerró.