�La batalla de Angaco fue la más sangrienta del país, en la que se enfrentaron unitarios y federales. Se llevó a cabo el 16 de agosto de 1841, dejando como saldo la muerte de más de 1.000 soldados.
Todo comenzó cuando La Rioja, gobernada por el unitario Brizuela, se separó de la Confederación Argentina y se sumó a la Coalición del Norte. Este hecho hizo que el resto de las provincias cuyanas federales quisieran invadirla. Nazario Benavídez, al frente de las tropas sanjuaninas, y Aldao con las tropas mendocinas y puntanas planificaron reunirse para invadir La Rioja. Ante esta amenaza, el Chacho Peñaloza viajó desde esa provincia hasta San Juan para evitar la reunión entre Benavídez y Aldao.
Acha tomó la Ciudad de San Juan el 13 de agosto sin combate alguno, y durante dos días se reaprovisionó. Ante este hecho, Benavídez se abasteció de 300 caballos y volvió con 400 hombres hacia la ciudad. Pasaron la noche en el paraje denominado potreros de Daniel Marcó, en el municipio de Albardón, limítrofe con Angaco.
El general Acha, conociendo el regreso de la columna de Benavídez, abandonó la ciudad y salió hacia el norte a su encuentro con un pequeño refuerzo conformado por unitarios sanjuaninos.
El 16 de agosto a las 8, Benavídez avanzó con su caballería en un ataque precipitado contra sus enemigos. Luego de dos horas de combate, en las que perecieron la mitad de sus hombres, debió retirarse. Aldao, ante esta derrota, ordenó a su tropa atacar a los unitarios, pero la artillería de Acha, superior a la federal, la destrozó. La batalla en sí duró unas 12 horas. El ejército federal perdió más de 1.000 hombres, y el unitario alrededor de 170.