Al jugar, el niño exterioriza sus alegrías, miedos, angustias y es el juego el que le ofrece la posibilidad de elaborar sus sentimientos, su esencia, sus inquietudes, sus angustias, sus miedos, etc. El juego le aporta una larga serie de experiencias que responden a las necesidades específicas de las etapas del desarrollo. En el caso de los juegos conducidos por la familia permite crear personas seguras, capaces, creativas, resueltas, etc. Los adultos deben abrir el abanico de posibilidades para generar el espacio de juego y recreación. Dicho espacio va a lo conocido, a lo que saben hacer, a sus intereses y necesidades y a una actividad novedosa. Por ejemplo: salidas a la montaña con una consigna, amasar y hacer un rico pan o galletas, tomar fotografías para crear un mural, aprender un baile y realizar sus propios disfraces, etc. Las actividades también pueden ser en la piscina, pinturas de diferentes tipos, etc.
 
Nos paramos para trabajar desde una recreación participativa, protagónica, responsable, transformadora, pero sobre todo humanizadora, que posibilita la expresión, la creatividad, el aprendizaje con otros, y reivindica el derecho a Jugar de todo ser humano.