Lejos de la ciudad y en el medio de la enorme montaña los celulares desaparecieron y el reloj dejó de tener importancia para los jóvenes que formaron parte de la competencia de Boulder. Por lo que, la aparición de la luna fue lo que indicó la llegada de la noche e inmediatamente comenzó el sonido de la música, a pesar de que recién eran las 20. Mientras, los chicos del Club Andino Mercedario repartían panchos y milanesas de soja a todos los que habían cruzado el río para llegar a la montaña y participar de la fiesta de cierre del campeonato.

Usando un generador de electricidad, el disc jockey pudo conectar los parlantes y las luces de colores que transformaron el cerro de La Sal en una verdadera fiesta. Entre la montaña, bajo la luz de la luna llena, el cielo estrellado y un clima bastante cálido para la fecha, los grupos de amigos y las parejitas bailaron y cantaron sin parar. Marcha, reggae y rock nacional de los ´80, fueron parte de la música más pedida por los escaladores, a los que no les pesaba toda una tarde de ejercicio físico. Frescos como una lechuga bailaron y se divirtieron hasta pasadas las 3 de la mañana. Después, de a poco, cada uno ocupó su carpa para descansar. Es que algunos decidieron escalar también en la mañana del domingo y después comerse un buen asado.