María Brunett de Abasolo nunca pensó que con su cumpleaños número 100 le iba a llegar un reconocimiento que ella misma calificó de ’inmerecido’. El Concejo Deliberante de la Municipalidad de Pocito la distinguió como ’Vecina Ilustre’ por su aporte a la comunidad. Fue enfermera por más de 50 años, tiempo que se dedicó a cuidar la salud de los vecinos. La distinción le llegó poco después de su cumpleaños que fue el 16 de junio.
Nació en Brasil en 1904, pero a los 6 años llegó con su familia a Pocito donde aún vive. En plena adolescencia entró a trabajar en una clínica privada que estaba en calle Aberastain, entre calles 12 y 13, a pocos metros de su casa paterna. Al principio se desempeñó en el área de limpieza, pero luego, por recomendación del médico propietario de lugar, hizo la carrera de Enfermería que en ese entonces dictaba la Cruz Roja. Y ni bien se recibió comenzó su tarea al servicio de la salud de los demás.
’Me designaron a trabajar en un puesto sanitario en Carpintería, a unos 25 kilómetros de mi casa. Todos los días me levantaba a las 4 y me iba en bicicleta hasta la Ruta 40 donde dejaba la bicicleta en la casa de una familia. Después me tomaba un micro de la TAC que iba a Mendoza para llegar al trabajo’, recordó María.
En el puesto no sólo cumplió la labor de enfermera, sino que también estuvo a cargo de la Farmacia y de asistir los partos. Hasta se convirtió en una partera a domicilio.
’Muchas veces los vecinos de Carpintería y de otras zonas alejadas venían a buscarme a mi casa en la noche o madrugada para que atendiera un parto. Me llevaban en carretela. A veces me quedaba 2 días en alguna casa porque no me iba hasta que nacía el bebé y me aseguraba que él y su madre estaban bien’, dijo.
En 1939, María se casó con Benjamín Abasolo, peluquero, con quien tuvo 4 hijos. A partir de allí comenzó a desempeñarse como ama de casa y madre, pero sin abandonar la enfermería. Incluso acompañó a su marido a hacer changas para aumentar sus ingresos. Es que el terremoto de 1944 les derrumbó la casa que construyeron con mucho sacrificio.
Todos los días, al regresar del puesto sanitario, María colgaba su uniforme prolijamente en una silla y se cruzaba con Benjamín a la finca de enfrente para cosechar uva. Luego, dedicaba las horas a amasar y a atender a sus chicos. Dormía menos de 4 horas, pero igual madrugaba para ir a su trabajo.
A los años, fue trasladada al Hospital de Pocito donde se desempeñó hasta 1972, año en que se jubiló. Desempeñó su profesión por más de 50 años, pese a la tristeza de perder a su hijo mayor por falencias de la medicina. ’A Héctor le dio Hepatitis a los 9 años. Falleció en 1960, con 18 años, cuando comenzó con vómitos de sangre. Los médicos creyeron que era una úlcera, pero era cirrosis. En ese entonces no había tantos medios ni tecnología para detectar enfermedades’, sostuvo.
María está en perfecto estado de salud. Sólo tiene hipoacusia. Pero, por coqueta, se niega a usar audífonos porque son “antiestéticos”. Atribuye su buena salud al vino tinto. Bebe medio vaso en el almuerzo y en la cena.

