No parece tímido, sin embargo se enciende la cámara y todo cambia. Se pone nervioso y las palabras que antes salían a borbotones, comienzan a aparecer en cuenta gotas. Sergio Orellano tiene 37 años y desde hace 10 trabaja limpiando los pozos negros colapsados de los sanjuaninos. Es difícil, no es una tarea a la que muchos se animen, pero como todo, el paso del tiempo hizo que se fuera acostumbrando a lo que, a priori, parecía imposible.

Llevo tanto tiempo acá que ya estoy acostumbrado a los olores. Al principio era complicado, se me revolvía el estómago, tenía ganas de vomitar, pero ya no. De hecho ya no uso barbijo porque me molesta”, dijo a DIARIO DE CUYO, tratando de explicar cómo puede ser posible amoldarse a trabajar con desechos humanos.

Pero el hecho de darle a los suyos un plato de comida todos los días, de hacerlos llevar una vida digna, es más fuerte que todo. Es el impulso necesario para levantarse todos los días con ganas de seguir. “Cuando uno no tiene trabajo y consigue de lo que sea, la familia se pone contenta. Estamos viviendo de esto”.  

Cuando Sergio cuenta de qué trabaja, las preguntas de quienes lo escuchan por primera vez no tardan en aparecer. Y cada charla termina con el mismo comentario: ‘Qué estómago tenés’.

“Todo es desagradable”, dice y no puede evitar reírse.  

El proceso  que realiza diariamente en la empresa es el mismo. Empiezan a recibir llamados, dan turnos, preparan los camiones y salen. Llegan a las viviendas, buscan los pozos y comienzan los desagotes. Todo termina en la planta de tratamiento.

Sin embargo, lejos de lo que puede pensarse, hay algo peor que trabajar con materia fecal. Algo que todavía le causa una repulsión difícil de soportar. Una pesadilla. “Cuando vamos a una heladería o una fábrica de embutidos, la grasa que se descompone… eso sí es terrible. Es más fuerte que los sólidos de un pozo negro. Revuelve mal el estómago y quedan las mangueras penetradas por ese olor. Eso lo hacemos pocas veces y no estamos acostumbrados. Lo otro que también es terrible es cuando levantamos la tapa de una cámara sépticas, empiezan a salir muchísimas cucarachas y la gente echa veneno. Es muy fuerte y descompone, por eso le pedimos por favor que no lo hagan”, dijo.

Sergio también se dedica a destapar cañerías y la mayor parte de las veces las obstrucciones ocurren por lo mismo. Preservativos, toallitas que se tiran al inodoro. “Nosotros hablamos con las personas y les decimos que eso no se hace”.

Si bien admite que por cuestiones obvias no es lo que quisiera estar haciendo, está totalmente agradecido por el trabajo y por la posibilidad de llevar un pasar digno.