La mayoría de los que frecuentan y trabajan en la Terminal de Ómnibus asegura que ella tiene algún problema mental, que insulta y que es agresiva. Unos pocos, por el contrario, afirman que es una más de los tantos personajes que se pasean por ahí y que sólo hay que saber tratarla. La llaman La Porteña (porque dicen que es de Buenos Aires) o, simplemente, La Loca. Creen que se llama Silvia, aunque nadie sabe su apellido, y en los últimos tiempos se ha convertido en una de las figuras más interesantes del lugar, sobre todo por los revuelos de los que es protagonista, según cuentan los que la conocen.
A La Porteña se la reconoce a simple vista: llega todas las mañanas a la Terminal acompañada por una jauría de entre tres y ocho perros y se pasea allí con ellos hasta la noche. Es muy delgada, usa anteojos con importante aumento y camina rápido, como nerviosa, cantando y hablando en voz alta o gritando. Y, por lo que cuentan, se gana la vida vendiendo estampitas a los pasajeros que esperan sus colectivos. Antes la dejaban subir a las movilidades, pero una serie de episodios un tanto desagradables hicieron que le prohibieran definitivamente su acceso a ellas.
Es que empezó a tratar mal a los pasajeros, los insultaba cuando no le querían comprar estampitas y luego armaba un verdadero escándalo cuando los choferes le pedían que se bajara, coincidieron tanto el encargado de la empresa El Triunfo como el de la Vallecito. "Yo hasta dejaba que entrara a mi local para dejar sus cosas, pero se fue adueñando del lugar y, cuando le dije que no tomara tanta confianza, empezó a los gritos y quiso romper todo, así que no la dejé entrar más", dijo uno de ellos.
En la confitería también tuvo problemas, aseguraron los vendedores. Fue a pedirles agua caliente y le dijeron que esperara un ratito. Eso alteró sus nervios, empezó a largar patadas contra lo que encontraba y rompió de un solo manotón varios vasos de vidrio. En las boleterías tampoco tienen buen concepto de Silvia, ya que aseguran que les dice malas palabras y groserías sin motivo alguno.
Ni hablar de los vendedores ambulantes, quienes sostienen que viven padeciendo sus ataques. "Si está cerca, mejor ni la mirés porque viene y te tira la mercadería al piso y te insulta", cuenta El Indio, un vendedor ambulante que está instalado desde hace 36 años en la Terminal. Osvaldo, quien carga el equipaje de los pasajeros, dice que hace poco hasta recibió un cachetón inesperado de La Porteña. Y el personal de limpieza asegura que no puede trabajar bien porque, ni bien termina de limpiar, ella pasa con sus perros y les tira comida justo donde han pasado el trapo o deja que hagan allí sus necesidades.
Pero dentro de las oficinas de la Dirección de Tránsito y Transporte de la Terminal las opiniones sobre Silvia están divididas. Están los que piensan que es agresiva y que no debería estar ahí, y los que admiten que se trata de una persona con trastornos mentales pero que si se la trata bien, no es agresiva.
Desde esa dirección aseguran que han dado aviso a la Policía cada vez que hubo inconvenientes con ella pero que no pueden sacarla de ahí porque es un lugar público. Lo mismo sostienen en el puesto policial del lugar, donde dicen que en una oportunidad la llevaron al hospital mental, pero que a los pocos días volvió a aparecer.
Uno de los pocos amigos de Silvia son el famoso Chancleta, quien deambula por las calles sanjuaninas y es conocido por insultar a los conductores; y el otro es uno de los vendedores ambulantes de la Terminal, quien a veces le da comer.
Todos en el lugar dicen que lo único que les afecta de La Porteña es su agresividad, porque "locos hay varios por acá, pero no molestan ni son peligrosos como ella. Si no se la llevan a algún lado, va a pasar una desgracia", dice un trabajador. Mientras tanto, Silvia, quien parece no tener a nadie a su lado para cuidarla ni recibir la contención correspondiente, sigue rondando a diario los pasillos de la Terminal junto a sus perros.
