Paredes descascaradas, vidrios rotos, grafitis políticos, cortinas bordadas y aroma a guiso escurriéndose por alguna ventana entreabierta. Muchos de los caserones están abandonados y las grietas de sus paredes muestran las heridas del tiempo y del azote de los terremotos. La tranquilidad reina en el lugar, como si en el barrio Yungay siempre fuese domingo. Lo que en algún momento fue uno de los sectores más chic de Santiago de Chile, hoy es un sector olvidado y marginal. Pero hay un intento por resucitarlo para que se convierta en un circuito turístico histórico, algo parecido a lo que sucede en La Boca, en Buenos Aires. Fue en este sitio donde vivió Sarmiento cuando estuvo casado con Benita Pastoriza.

Un sitio del que él fue promotor y lo mencionó en varios de sus escritos. De ser el lugar que albergó a la clase más prominente de Santiago, pasó a convertirse en un sitio donde abundan los conventillos. Albergue de artesanos y de bohemios. Solo algunas construcciones de dos pisos con toques europeos en su arquitectura, son la única herencia de una época dorada que duró hasta que la elite santiaguina se mudó hacia el otro extremo de la ciudad (hoy Las Condes y Providencia).

Los cimbronazos de la tierra y la desidia oficial, hicieron que este lugar se transformase en un cementerio de la historia. Pero los vecinos no se dan por vencidos, sobre todos los descendientes de los antiguos propietarios. Algunos de ellos regresaron al barrio de su infancia y quieren convertirlo en un circuito turístico. El primer paso firme que dieron fue lograr que este sitio se declarase patrimonio histórico, por lo que no se puede realizar en el lugar ninguna construcción moderna.

El barrio Yungay no sólo es importante por su riqueza arquitectónica, o porque fue la primera planificación urbana de la ciudad de Santiago después de las cuadras aledañas a la Plaza de Armas. Este es quizás el único sector de la comuna Santiago Centro, que no fue alcanzado por el plan de reconversión urbana que el gobierno chileno puso en práctica en los 90. Es además uno de los pocos lugares de ese país donde todavía se celebra el carnaval cada 20 de enero. En medio de la resurrección, la figura de uno de sus mentores no queda en el olvido. Sólo basta con ingresar al restaurant patrimonial de los Lavaud, para encontrarse con la figura de Sarmiento en la carta gastronómica que imita la publicación de un periódico antiguo. Allí se lo menciona como una de las figuras importantes que habitó el barrio y como uno de sus impulsores, escribiendo artículos periodísticos tales como el que publicó en el Mercurio de Valparaíso, titulado "La villa de Yungay".

Las calles empedradas y las vías intactas del tranvía, son la muestra que este lugar fue de vanguardia para las construcciones de mediados de siglo XIX. Así, a pocas cuadras del corazón de Santiago, donde se elevan los rascacielos y el metro atraviesa de cuajo la ciudad, abundan los almacenes de barrio, los niños que juegan en la plaza y las vecinas con bolso en mano, haciendo las compras por la mañana. Desde hace unos años, la movida cultural, gestada por los mismos vecinos, es muy activa. Y esto es lo que se quiere mostrar sobre todo a los turistas. Es por ello que se agruparon, para recuperar la historia.

Además del rescate del lugar, para los lugareños es una deuda pendiente encontrar el sector o la casa donde vivió Sarmiento y desde donde se escapaba cada día al galope, por la calle Santo Domingo (según sus relatos), para dejar unas pruebas en la imprenta de Belín, o para ir al palacio de Manuel Montt. Hoy, el logro es que el barrio Yungay integra una ruta patrimonial en la que también está la escuela Normal de Preceptores creada por Sarmiento, y donde estudió décadas después la escritora Gabriela Mistral.