La Bahía de Cochinos está de nuevo en boca de analistas y políticos, aunque no la mencionan con motivo de este 50 aniversario de la fracasada invasión de Cuba. Más bien tratan de establecer paralelismos con el Norte de África.

“¿Se convertirá Libia en la Bahía de Cochinos de Barack Obama?”, se preguntan estos días los diarios estadounidenses.

En la escena política estadounidense, el concepto geográfico de “Bay of Pigs” tiene varias connotaciones, como la de injerencia norteamericana en la política de América latina, la lucha contra Fidel Castro, y la de un desastre recordado en Washington y que hasta hoy ensombrece al radiante John F. Kennedy.

El joven presidente acababa de asumir el cargo, cuando, el 17 de abril de 1961, la llamada “Brigada 2506” desembarcó en Playa Girón, en el límite oriental de Bahía de Cochinos, en Cuba. El plan era el de, con fuerte apoyo de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), iniciar un levantamiento contra Fidel Castro y que luego los “insurgentes” solicitaran ayuda militar a Estados Unidos.

Pero los insurgentes (cerca de 1.500 exiliados cubanos anticastristas participantes en la operación) no pasaron de la playa. La población cubana estaba lejos de querer un levantamiento y la mayoría apoyaba a la revolución que había triunfado en 1959 con Castro a la cabeza. Y Kennedy, molesto y afectado, se negó a intervenir militarmente.

El objetivo de establecer un gobierno títere provisional en reemplazo de Castro acabó en fracaso en menos de 72 horas. El resultado: 200 anticastristas muertos y unas 156 bajas de las milicias de Castro, quien calificó el hecho de “la primera gran derrota del imperialismo en América”.

Kennedy, quien no llevaba ni cien días en la Casa Blanca, perdió la confianza en la CIA. Al mismo tiempo, el presidente se convirtió en un traidor para el exilio cubano y la derecha, por negar la prometida ayuda militar.

Es por ello que después del asesinato de Kennedy en 1963 se multiplicaron las teorías de conspiración que señalaban como responsables a grupos del exilio cubano, mafiosos con buenas relaciones con la isla o incluso el mismo Castro. El exilio anticastrista de Florida no tiene mucho en común con los luchadores pacíficos por los derechos civiles de otros países. La mayoría de ellos preferiría no esperar a mañana para liberar a la isla, pero eso sí, con la espada en lugar de con una rama de olivo.

En algunos casos, los anticastristas han recurrido a los explosivos y las armas para luchar contra su odiado enemigo en La Habana. “Esperemos que la operación en Libia no tenga el mismo resultado”, afirma Warren Trest, cuyo libro sobre Bahía de Cochinos acaba de ser reeditado. Según Trest, la fracasada invasión no hizo más que granjearle simpatías a Castro a nivel mundial, algo que Estados Unidos no desea tampoco que ocurra con el libio Muamar Kadafi.

George F. Will recordó en el “Washington Post” un discurso de Kennedy de diciembre de 1962 en Miami en el que dijo, con una bandera de la “Brigada 2506” en la mano: “Les prometo que esta bandera regresará con la brigada a una Habana libre”. Pero los invasores de Playa Girón siguen esperando medio siglo después.