Eramos capaces de evitar comprarnos la merienda con el fin de juntar las monedas necesarias para adquirir un par de paquetes de figuritas, y cuando llegábamos a casa, la primera tarea consistía en contar la cantidad que teníamos. Si resulta que hasta solía ser más importante tener un gran número que llenar propiamente el álbum. Sin dudas que las de más éxito eran las de los futbolistas, también aparecían los animales de la selva, o los personajes de algunos dibujitos animados, venían unas chapitas y había también para las niñas. En el álbum de las figuritas de fútbol había que pegar todos los jugadores club por club y la más difícil era el árbitro. Llegaron a aparecer los jugadores de Desamparados, Los Andes, San Martín y Alianza en la década del ’70.

Era común el canje, el marcador de punta de un equipo podía equivaler a diez figuritas de las más repetidas y ya intentar conseguir la más difícil por esta vía significaba tener que juntar entre cuatrocientas y quinientas figuritas. Nos costaba repetir de memoria la tabla del seis, pero sabíamos puntualmente cuál figurita teníamos y cuál no, con la expresión "la tengo, la tengo, la tengo", al rápido muestreo que nos hacía algún compañero o amigo de las suyas.

La posibilidad de engrosar el capital de estas codiciadas estampas consistía en participar de algunos juegos en los se ganaba una buena cantidad o regresabas pelado y hasta con lágrimas en los ojos. Se jugaba a la "quemadita" con un mínimo de dos jugadores y un máximo de cuatro para no hacerlo tan engorroso. Desde el cordón de la vereda, a su turno los participantes lanzaban la figurita con una técnica muy especial, darle el envión para que saliera despedida de manera horizontal hasta el límite de la pared. Ganaba todas las figuritas que estaban en cancha quien acertaba con su lanzamiento tapar total o parcialmente una de las que ya estaba en el suelo.

Teniendo como siempre el límite de la pared, también se jugaba al "punto"; esto es quien la hacía llegar más cerca de la pared ganaba, en esta práctica resultaba insuperable quien lograba el espejito, es decir que la figurita quedara afirmada de manera vertical en la pared; otra variante era colocar varios espejitos y hacer puntería hasta derribarlos. En los recreos de las escuelas, llegaron a existir tantas canchas para juegos de figuritas como la actividad de atletismo de unos juegos olímpicos.

Si llegabas a completar el álbum generalmente el premio era una pelota de fútbol número cinco y en los paquetitos podías encontrarte con la tremenda alegría de un "vale" que, contra su presentación en el kiosco, te entregaban un premio que venía especificado en el mismo pequeño documento.

Eramos de Tercero, en el recreo largo estábamos jugando una apasionante quemadita que ya había juntado más o menos cuarenta figuritas en cancha, cuando se escuchó estruendoso, desde el costado derecho, el grito desaforado y cruel de uno de Séptimo grado: "¡Al arrebate!". Y cientos de manos anónimas obedecieron la orden arrasando con todo lo nuestro. Esa mañana descubrí de un solo saque la desesperación, la angustia, la bronca y la impotencia, pero ni la Dirección de la escuela ni la Seccional 4ta me quisieron tomar la denuncia.