Bastaron 15 minutos de tormenta para que el predio de la Feria Temática quedara hecho un desastre, inundado, con carpas a punto de caer, con la gente de los stands llorando de la desesperación y fundamentalmente con cables e instalaciones eléctricas peligrosamente mojados. El cuadro era tan dantesco, que los organizadores, tras una larga recorrida de evaluación, decidieron cortar por lo sano y suspendieron la segunda noche de la Fiesta Nacional del Sol con todos los shows incluidos, aún cuando había una cola de casi 200 metros de público esperando afuera, con la entrada en la mano.

Todavía no eran las 20 de ayer cuando los operarios intentaban arreglar la lona que le hace de techo al escenario mayor, porque la había arrancado el viento Sur de la tarde, con ráfagas que superaban los 50 km/h. En eso estaban cuando empezaron a caer las primeras gotas de lluvia, pesadas, contundentes. Pero fueron apenas unos segundos, porque de inmediato se descerrajó una tormenta de granizo que provocó corridas de desesperación entre quienes estaban alistando los stands para recibir al público media hora más tarde.

Los trozos de hielo que caían, de casi 3 centímetros de diámetro al comienzo y más chicos después, herían techos de lona y carpas, rebotaban en las estructuras de los stands armados al aire libre y repiqueteaban en los techos de las ambulancias y camionetas expuestas en el predio. Mientras caía, los operarios del predio corrían de un lado a otro, intentando poner computadoras y objetos eléctricos a salvo. En una carpa pequeña, lindera al patio de comidas, se veía a una veintena de policías apretados, con los ojos entrecerrados, protegiéndose como podían del granizo y el agua que entraba por el frente.

En medio de la desesperación corría José Chicahuala, el ex bombero que está a cargo de la higiene y seguridad de la fiesta, empapado de pies a cabeza y dando directivas por celular. Se frenó de golpe cuando le avisaron de algo terrible que estaba pasando en la vereda: unas treinta personas, que esperaban el horario de apertura, apenas podían cubrirse con un par de paraguas y un pedazo de nailon, mientras el granizo le golpeaba el cuerpo. "¡Entren, entren!", empezó a gritar Chicahuala, y algunos colaboradores abrieron un portón que da a Avenida España, por donde entraron todos corriendo para terminar parapetados bajo un gazebo, mirándose las marcas coloradas en los brazos.

Después, los lamentos

No fue muy larga la precipitación de granizo, pero ni bien desapareció, la lluvia igual no daba tregua. El agua comenzaba a crecer como un río y se metía en todos los stands y las carpas del sector gastronómico, al punto que los trabajadores de ese lugar chocaban entre ellos levantando manteles y cobertores de sillas para que no se estropearan. En el mismo sitio, se veía a dos hombres al borde del llanto: el agua había vencido la unión del techo con la pared de la carpa, y se metía como una cascada sobre el tablón y las cajas con mercadería, para terminan enlagunándose donde estaban las heladeras y toda la conexión eléctrica.

Lo mismo se veía en varios stands que habían sido infiltrados por la lluvia. Era conmovedora la carrera de gente desenchufando artefactos, lamentándose por notebooks que se habían quemado y tomándose la cabeza con ambas manos. Todos, según aclararían después, tenían el mismo presagio atravesado en la garganta: anoche no tendrían ni un sólo cliente e irían a pérdida.

Eso, que primero era dicho entre dientes, se convirtió en una letanía ni bien paró la tormenta. Y el predio de casi tres manzanas que la noche del lunes había sido una fiesta con todas las letras, anoche se convirtió en una pileta gigante, imposible de drenar, con gente desnuda de la cintura para arriba peleándole al agua con secadores, escobas y hasta con los pies. Y mientras algunos de los expositores intentaban ponerle optimismo a la situación, otros (que miraban de reojo el cielo nuevamente cargado hacia el Sur y hacia el Oeste) no dejaban de lamentarse.

Ya sin lluvia, con el interior del complejo inundado por completo y la cola afuera de público expectante, formaron una brigada de relevamiento el ministro de Turismo Dante Elizondo, el empresario Augusto Cosma (concesionario del predio) y Chicahuala. Un encargado de la seguridad dijo que, por orden de Elizondo, se solicitaba la entrada exclusivamente de un equipo de Canal 8 y se prohibía el paso al resto de los medios de comunicación, incluido DIARIO DE CUYO. Unos 15 minutos después, recién se permitió el acceso a los demás. Y tras evaluar el lugar y determinar que había un alto riesgo de descargas eléctricas, finalmente el ministro oficializó la decisión de suspender todo anoche, a la espera de que hoy el Sol vuelva a salir. De todos modos, en las siguientes páginas se muestra qué se vio la primera noche de feria.