Pilas de cajones de verduras y frutas llenos se van vaciando en cuestión de minutos. Los vecinos pasan uno tras otro por ahí y se llevan cuanto pueden. "Es que tienen los mejores precios", asegura una vecina. Y la fila de compradores se vuelve a armar en segundos. Conocida como la Mini Feria de la Estación desde hace décadas y visitada a diario por cientos de personas, esta verdulería, a pesar de su popularidad, despierta discordia entre algunos pocitanos. Muchos de los vecinos defiende a sus dueños a capa y espada. Pero también algunos comerciantes de la zona los quieren sacar de ahí porque, aseguran, son una competencia desleal, algo que estos verduleros niegan por completo.
Los dueños se apellidan Arenas y tienen una tradición muy marcada en el lugar. Fue el abuelo Arenas el que abrió la verdulería y el negocio pasó a su hijo y ahora a su nieto Nelson. Y a todos ellos, incluidos los hijos de Nelson, les dicen Pajita, aunque no saben de dónde ni desde cuándo viene ese apodo.
"Los conozco desde que eran así de chiquititos y siempre han sido muy trabajadores", dice con cariño don Flores marcando con la mano la altura del ombligo. Es uno de los negocios familiares más famosos de la calle 11 y Leiva, junto a las vías del ex ferrocarril. Y por eso, y por sus precios bajos, son tan queridos en la zona. Tanto así que es el único negocio que está siempre lleno, sea la hora que sea.
Pero los comerciantes y demás verduleros no están tan contentos con su presencia. Los llamados "enemigos" ya emprendieron un plan de lucha y tienen varios argumentos en la manga. Una de ellos, llamada Mabel Moreno, hasta mandó una carta a la sección Opinión del Lector de este diario, en la que reclamaba a las autoridades municipales y a la Policía que los desalojaran porque ocupaban la vereda y las personas tenían que caminar por la calle. "Pero nosotros no estamos ocupando ni un pedacito de vereda", mostraba Nelson.
Hubo otro motivo de discordia. Los comerciantes habían juntado firmas para sacarlos del lugar y el motivo que esgrimían era que los Arenas estaban instalados en terrenos fiscales. Así fue como un día fueron los inspectores municipales con la Policía y, a pesar de que los vecinos salieron a defenderlos, cerraron el lugar.
Ahora, luego de tres meses sin trabajo, el vecino de enfrente de donde estaban les llevó la solución. Le ofreció en alquiler parte del frente de su casa y allí nuevamente abrieron sus puertas los Arenas y las multitudes otra vez visitan su negocio.