El viaje del Papa a Chipre tiene como objetivo fortalecer la comunión con el Obispo de Roma de las iglesias católicas de rito oriental, que engloban a 17 millones de fieles, que viven en países de mayoría ortodoxa o donde domina.

En Tierra Santa estas iglesias forman una maraña de pequeñas comunidades católicas, que sólo llegan al 1,8% de la población, según datos del Vaticano, y que conviven con otras ortodoxas y protestantes, así como con judíos y musulmanes.

Las Iglesias católicas de rito oriental son aquellas que reconocen la autoridad del Papa de Roma, pero mantienen sus tradiciones particulares.

Los concilios de Efeso y Calcedonia y el cisma de 1054 que separó Oriente de Occidente propiciaron el nacimiento de estas iglesias, algunas de las cuales nunca estuvieron en cisma como Roma, como la maronita, y otras con el paso de los años volvieron al redil.

Están divididas entre Iglesias Patriarcales, con un patriarca a la cabeza y un sínodo; las Archiepiscopales Mayores, dirigidas por un arzobispo mayor, y las Iglesias Metropolitanas.

En Tierra Santa estas iglesias conviven con las ortodoxas, armenias, etíope, y las surgidas de la reforma protestante, evidenciando en poco miles de kilómetros cuadrados la fuerte división entre los cristianos.

Se da el caso de que en Jerusalén, la Ciudad Santa, residen tres patriarcas (latino, griego y ortodoxo) y diez arzobispos, obispos y vicarios patriarcales de las diferentes comunidades allí presentes.

Estos cristianos viven, además, en una zona donde la gran mayoría de los habitantes son judíos y musulmanes y el número de seguidores de Cristo sigue descendiendo con el paso de los años, debido a la guerra interminable, a la situación de inseguridad en la que viven, etc.

Así, en ciudades como Jerusalén donde los cristianos eran el 25% en los años veinte; en 1948, tras la proclamación del Estado de Israel, se redujeron al 13% y actualmente, según datos del organismo Jerusalem Inter Church Centre (JIC), son 10.000, y en los próximos 7 años, serán 5.000.