El silencio invadió el hall central del aeropuerto chileno. Los rostros comenzaron a desfigurarse. Por algunos segundos pensaron que se trataba de una broma de mal gusto. Sin previo anuncio, el sueño que persiguen desde hace 34 años pareció derrumbarse. Desde el instante en que el ministro de Gobierno, Emilio Baistrocchi, dijo que el vuelo se había suspendido por inclemencias climáticas, el estado de ánimo cambió por completo entre los 25 excombatientes que ayer iban a vivir un día histórico: pisar las Malvinas por primera vez luego de la guerra que pelearon. Dio la sensación de que las Islas son casi inalcanzables, que se hacen de rogar y llegar no será fácil.
En el primer instante, la sensación fue similar para todos: angustia, adrenalina aplastada. La incertidumbre de no saber cuándo partirá el avión. Sin indicaciones, los veteranos salieron del aeropuerto al que llegaron 3 horas antes de la partida.
�Volvieron a subir el equipaje y se sentaron en las butacas a esperar. Como si se tratase de un anuncio fallido, por segundos mantuvieron la esperanza que de repente el viento de más de 150 kilómetros por hora que arrasa en las Islas, hubiese decidido darles permiso para entrar. Pero nada de esto sucedió y volvieron a la ciudad.
Mirar por la ventanilla en silencio fue un cuadro que se repitió dentro del colectivo. El Estrecho de Magallanes fue el testigo de la decepción. Los más movedizos intentaron mantener el grupo arriba e hicieron análisis meteorológicos respecto a lo sucedido. Muchos de los excombatientes son retirados de las Fuerzas Armadas y pasaron años lidiando con el clima del Sur argentino. ‘Durante la guerra hubo vientos tan fuertes que hasta modificaron los desembarcos‘, dijo Leandro Caballero mientras sacó de su mochila una imagen de la Virgen de Fátima. Refugiarse en la fe fue otro modo de sobrellevar la amargura de no poder partir. Y por eso, parte del contingente rezó un rosario al atardecer.
‘Estas cosas pasan‘, dijo otro de los integrantes del contingente. ‘En Malvinas el clima manda‘, agregó intentando levantar el ánimo del grupo que se vino a pique en pocos segundos como si se tratara de una montaña rusa que sólo va en bajada. ‘Hay que rezar para que nos vaya mejor mañana‘, reiteró Caballero, quien se propuso para conducir la oración y guiar en el rezo a quienes no saben hacerlo. Los que no pudieron remontar el ánimo, por su lado, sólo se llamaron al silencio.
El desplome estuvo acompañado por el cansancio de tres días y medio de viaje y la acumulación de las ganas de pisar la tierra de Malvinas. A primera hora de ayer, todo el contingente estaba de pie para llegar a horario al aeropuerto. A esto se sumó que el colectivo tuvo un desperfecto mecánico en la zona de Comodoro Rivadavia, una situación que también los estresó. En ese momento se tuvo que acudir a los veteranos que están esparcidos por la Patagonia para que ayudaran. Fue durante el Jueves Santo, que además era feriado nacional, cuando el rulemán de una rueda jugó una mala pasada. Pero los excombatientes tienen conexiones en todo el país y en pocas horas llegó un motorhome con mecánicos profesionales que solucionaron el inconveniente. Habían sido enviados por un veterano que vivía en Sierra Grande, Río Negro.
Para los organizadores del viaje, la de ayer fue una jornada movida. Hubo que reprogramar la logística ya que no se sabe la fecha exacta de la partida a Malvinas. Esto implicó volver al pueblo chileno de Punta Arenas hasta que desde el aeropuerto avisen que las condiciones climáticas permitirán que despegue el avión. Fue el ministro de Gobierno, Emilio Baitroscchi, quien dio la noticia de la suspensión, e inmediatamente, junto a Elena Peletier, al frente de Relaciones Institucionales, empezaron a aceitar una solución. Ambos funcionarios acompañan al contingente de excombatientes en este viaje histórico que organizó el Gobierno de San Juan y del que además participa DIARIO DE CUYO.
Volver al pueblo de Punta Arenas fue lo primero que se hizo para poder conseguir hospedaje nuevamente hasta que al fin el avión despegue a Malvinas. Posteriormente llegó el desafío de lograr que el grupo no perdiera fuerzas ni que continuara angustiado. Por ello, un paseo por un centro comercial del paraje chileno fue la terapia que por al menos 4 horas hizo que los excombatientes olvidaran lo sucedido por la mañana. Mientras tanto, la tarea de contención que llevó a cabo el psiquiatra Sebastián Varea, que forma parte del viaje, fue impecable. No se separó de los veteranos y les habló hasta el cansancio. También los escuchó y propuso algunas actividades para evitar ‘bajones emocionales‘. Luego de la suspensión del viaje, la premisa de ayer fue despejar la mente, caminar y entretenerse.
Al atardecer, ya apostados nuevamente en el hotel, volvieron a darse fuerza entre ellos e imaginaron que las Islas están al alcance de la mano y que el retorno está cada vez más cerca.
Si mejoran las condiciones climáticas, el vuelo partirá hoy. De lo contrario, habrá que esperar hasta mañana.