No se conocen y sus historias de vida son totalmente diferentes. Pero comparten la misma pasión: acompañar a sus hijos a las prácticas deportivas y quedarse en la tribuna para hacerles sentir su apoyo incondicional. Lo hacen de lunes a viernes, durante el entrenamiento, y los fines de semana cuando participan en los partidos. Algunas realizan un gran esfuerzo para que esta actividad no interfiera en el cumplimiento de las tareas hogareñas y laborales, pero todas reciben la misma recompensa que es el agradecimiento y cariño de sus chicos. Teresa Aguiar, María José Dantoni, Valeria Arrascaeta y Mariana Fleyta son mamás que se pusieron la camiseta y que, en el Día de la Madre, quisieron contar sus vivencias.

A Mariana Fleyta dijo que hizo un "master en aguante". Lunes, martes, jueves y viernes, 4 horas cada uno de estos días, permanece en la tribuna del club donde practican hockey sobre patines sus hijos Alejo, de 11 años, y Martín, de 8. Para ella no es un sacrificio, sino un "cable a tierra". "Mi marido es minero, así que 14 días al mes no está con nosotros. Por eso yo me puse la camiseta para poder acompañar a mis niños en el deporte, algo que también para mí es beneficioso. En un 50% me paso horas en la tribuna para que mis niños se sientan acompañados y respaldados, mientras que el otro 50% lo hago para tener un cable a tierra. Comparto ese tiempo con otras mamás con quienes, mate de por medio, hacemos terapia de grupo", dijo Mariana.

Teresa Aguiar se divide entre el deporte, el arte y la docencia. Santiago, su hijo de 11 años, practica rugby; y Luciana, de 8, danza clásica; mientras que ella enseña Economía en un par de escuelas secundarias. Hasta el momento se las pudo ingeniar para cumplir con su trabajo y con su rol de madre.

Y hasta para cocinar en plena cancha. "En rugby es muy importante el tercer tiempo, un momento donde los chicos comparten juegos y otras actividades para afianzar el compañerismo y la amistad. Por eso los viernes, después del entrenamiento les preparo panchos o hamburguesas", dijo Teresa.

Los martes y jueves son para Valeria Arrascaeta los días más complicados de la semana, pero también los más reconfortantes, al menos durante las dos horas que está en la tribuna. Esos días tiene que "multiplicarse para atender a Camila, su hija de 17 años que sufre de parálisis cerebral y está en silla de ruedas; jugar con Jazmín, su hija de 5 años, y acompañar a la práctica de fútbol a Bruno y a Franco, de 10 y 11 años.

Valeria Arrascaeta cumple con todas las tareas laborales y hogareñas, y la de acompañar a sus hijos al club, sin que esto le resulte un sacrificio. "Me gusta estar al lado de la cancha para mostrarles a los chicos que siempre los voy a apoyar en sus actividades. También para que se sientan cuidados. Creo que es la mejor manera de demostrarles lo mucho que los quiero y de que se sientan respaldados. Para mí, la ida a la cancha, me resulta un cable a tierra", dijo.

María José Dantoni tiene dos hijos, Valentina de 9 años, y Santiago, de 6. Ambos practican diferentes deportes, pero ella se las arregla para acompañarlos a los dos durante las prácticas de la semana y los partidos del fin de semana. Para lograrlo, se aseguró que los chicos tuvieran entrenamiento en días y horarios diferentes. Valentina practica hockey sobre césped los miércoles y viernes, de 18 a 19,30, mientras que Santiago practica fútbol los martes y jueves, de 18,45 a 19,45. "El problema se me presenta cuando los dos tienen partidos el mismo día y a la misma hora, pero en lugares diferentes. En estas ocasiones yo acompaño a uno de los chicos, mientras mi marido acompaña a otro. A la siguiente vez, nos intercambiamos así ninguno siente que lo abandoné. Lo más reconfortante para mí es cuando ellos miran las tribunas para saludarme porque saben que siempre estoy ahí", dijo María José.

Apoyo contra la deserción

Teresa Aguiar, de 44 años, dice que es fundamental acompañar a los chicos a las prácticas de deportes porque es una forma de que hacerlos sentir seguros y que disfruten de lo que hacen, dos condiciones indispensables para que no sientan frustración y abandonen el entrenamiento. "Es muy importante que los papás los alienten, pero siempre reconociendo los límites. Muchas veces estás en la tribuna y te dan ganas de dirigir a los chicos indicándoles cómo deben jugar. Pero, sabemos que ese no es nuestro rol, sino del técnico. También te dan ganas de gritarle una palabrota al árbitro durante un partido, pero reprimimos esas ganas para predicar con el ejemplo", dijo.


La bendición de la cercanía


Valeria Arrascaeta, de 34 años, dijo que cuenta con una gran "bendición" para acompañar a sus hijos varones a la práctica de fútbol sin descuidar los quehaceres domésticos y el trabajo. El club al que asisten los chicos queda justo al frente de su casa. "Gracias a esto puedo dedicar tiempo a estar con ellos en la cancha. Tengo la suerte también de que entrenan los mismos días y al mismo horario. Yo hago ñoquis caseros para una fábrica de pastas lo que me obliga a trabajar contrarreloj para cumplir con los pedidos. De todos modos me hago tiempo para acompañarlos al entrenamiento y a los partidos, aunque sólo duerma un par de horas para terminar mi trabajo", dijo


Reclamo de presencia

Mariana Fleyta, de 32 años, dijo que sus hijos están tan acostumbrados que ella esté en la tribuna mientras entrenan, que le reclaman si falta alguna vez, aunque sea por una cuestión de fuerza mayor. "Ellos me consideran una parte fundamental del equipo y eso me encanta. Estar en la cancha con ellos no sólo me permite emocionarme con su progreso, sino también me hace sentir tranquila. A raíz de los casos de abuso sexual de menores en algunos clubes te hace sentir temor, aunque sé que el club al que van mis niños es serio y responsable. De todos modos me gusta estar cerca de ellos para que todos estemos tranquilos y podamos disfrutar del momento", dijo.

Deporte en familia

Estar en la cancha casi a diario es una pasión para María José Dantoni, porque el deporte es una actividad que convoca casi a toda su familia. Además de que sus hijos practican hockey sobre césped y fútbol, ella es una mami hockey. Por esto le toca estar tanto adentro como fuera de la cancha, alentando y recibiendo aliento. "Me siento muy feliz de que mis chicos prefieran dedicar un par de horas a entrenar o a hinchar por mí en la tribuna, antes que a estar pendiente del celular. El deporte nos une más", sostuvo.