Las dietas ricas en carbohidratos (frutas, verduras, pasta, arroz, cereales, legumbres, hortalizas) tienen más agua y más fibra. Además poseen menos densidad energética que las ricas en grasa. Por eso, hay que consumir una gran cantidad de alimentos para conseguir un cierto nivel de energía. Estas además tienen más potencial para provocar sensación de saciedad.

Por otra parte, está demostrado que incrementan el gasto calórico. Además, a favor de los carbohidratos está el hecho de que son relativamente ineficaces como sustrato para transformarse en grasa en el organismo. Para conseguir este fin se necesita utilizar el 23 por ciento de las calorías ingeridas, mientras que las grasas sólo necesitan utilizar el 3 por ciento de la energía ingerida para ser almacenadas.