San Juan, 5 de enero.- La mayoría de los que frecuentan y trabajan en la Terminal de Ómnibus asegura que ellos son tranquilos, que no molestan y que hace mucho tiempo que usan ese edificio como si fuera su hogar. Son dos de los tantos personajes que siempre deambularon por el lugar y ahora se convirtieron en los de turno. Uno se llama Carlos y la otra, Juana. Al menos así lo aseguran los taxistas, pancheros y cuidacoches que trabajan ahí, aunque nadie sabe sus apellidos, ni saben precisar de dónde llegaron.
A ambos se los reconoce a simple vista: Carlos es un hombre muy delgado, de entre 60 y 70 años, y sus únicas posesiones son unas colchas viejas y la ropa que lleva puesta. Cuando está más fresco se pone un pulóver sino, lo usa de almohada. Siempre se encuentra caminando o sentado por calle Estados Unidos, metros antes de llegar a Santa Fe. Los que trabajan en el lugar dicen que duerme allí mismo, en el cantero ubicado frente a las paradas de colectivos de corta y media distancia.
¿Y cómo sobrevive? Los vendedores de la zona dicen que sólo les compra vino y cigarrillos. A la plata para adquirirlos la consigue cuidando vehículos en la misma Terminal y alrededores. Afirman que hace más de un año que vive en esas condiciones y en ese sitio; y que varias veces lo llevaron a hogares y le ofrecieron comida, pero que siempre se escapa y vuelve a la calle. Algunos dicen que es de Ullum, aunque otros aseguran que es de otra provincia.
Juana, por su parte, llega todas las mañanas a la Terminal, sola o acompañada por su marido y se queda allí todo el día. Creen que es de San Martín, pero tampoco saben si eso es cierto. Se trata de una mujer de entre 50 y 60 años, que siempre anda muy abrigada, incluso en las siestas de mucho calor. Se la ve rondar por los laterales del edificio y usa para dejar sus pertenencias los bancos que dan a calle Santa Fe, entre Estados Unidos y Avellaneda.
Ella aparece desde hace más de dos años siempre con bolsas de plástico grandes en las que acarrea desde ropa hasta una pava, con la que se calienta el agua para sus mates. Nadie sabe cómo se gana la vida ni porqué va todos los días a la Terminal. Aparentemente tiene una casa donde dormir, porque, según cuentan, todas las noches se retira para luego regresar a la mañana siguiente.
Las autoridades de la Terminal comentan que es común que a diario lleguen estas personas, algunos se van en el mismo día, otros duran un tiempo y otros se hacen crónicos, como Carlos y Juana. Lo cierto es que por más que se notifiquen a las autoridades correspondientes, sostienen que siempre regresan y que es muy difícil poder brindarles ayuda, ya que la mayoría no quiere irse de la calle.
Linyeras, la otra cara de la Terminal
Juana y Carlos son dos personas que desde hace mucho tiempo frecuentan el edificio donde confluyen los colectivos. Allí sobreviven al frío, al calor, a la intemperie y al hambre.

