Sú último cumpleaños, el 16 de agosto de 2017

Roberto Joaquín Sánchez era un vendedor ambulante de raza, de los de antes, de esos que con su labia buscaban convencer a cualquiera que el producto que comercializaba era el mejor. Le imprimía una cuota de humor que también llegaba a los transeúntes, a sus potenciales clientes.


Este hombre, que falleció este domingo a los 74 años, no es conocido mucho por su nombre sino por una frase que quedó grabada en la cabeza de muchos: “Lloren chicos, lloren”. La aplicaba cada vez que vendía una golosina o juguete, donde buscaba la complicidad de los más chicos, pero terminaba con una sonrisa de los más grandes.

En su salsa, vendiendo en los colectivos

Según contó a DIARIO DE CUYO una de sus dos hijas, Andrea Sánchez, empezó a vender en las calles a los 6 años. Lo primero fueron huevos y lo hizo para ayudar a su mamá. Cuando salió de la calle, trabajó en la fábrica Almar y cuando vivió en Mar del Plata lo hizo en otras compañías, como por ejemplo una que hacía conocidos chocolates.

Pero siempre volvió a su primer amor; la venta callejera. Es más, hasta enero pasado, trabajó en la Terminal de colectivos, en el Centro o en los colectivos. Luego un problema de salud, que terminó en una reciente operación de la cual no se pudo reponer, lo sacó del trabajo. “Era un ángel, le decíamos que no trabaje pero él amaba lo que hacía”, se lamentó Andrea.