Ubicada apenas a dos cuadras del Obelisco, en plena Ciudad de Buenos Aires, la casa que habitó Sarmiento entre 1875 y 1888 está cargada de símbolos que se encadenan uno a otro, para contar la historia del Maestro de América. Y teniendo en cuenta que esta fue la única propiedad que el sanjuanino compró, cuando terminó su mandato como presidente de la Nación (hasta entonces, vivía en casas alquiladas), la casa cobra un nuevo valor: el de haber sido el lugar que él eligió para convivir con su familia en los últimos años de su vida.
El estudio de la casa de la calle Cuyo, como se la conoció durante mucho tiempo, es mucho más que un trabajo de inventario. Vanesa Téllez, investigadora y profesora de Historia, hurgó en cada rincón de la antigua casa y su pasado. El resultado de esa investigación fue la base sobre la que las actuales autoridades de la Casa de San Juan en Buenos Aires, organismo que funciona allí, decidieran encarar una puesta en valor de la misma.
Construida alrededor de 1860, la casa de Sarmiento en Buenos Aires respondía a la línea del diseño imperante en esa época.
Un inmenso zaguán, con las habitaciones dispuestas sobre un costado, vertebraba la vida de los habitantes: el patio, centro de la vida familiar en la segunda mitad del siglo XIX, se multiplica por tres en la inmensa casona, que desde la puerta hasta el último rincón, estuvo y está llena de la personalidad de un Sarmiento más íntimo, más volcado a su familia y a las cosas que le producían placer, como la lectura y la escritura.
El ancho zaguán que conduce al primer patio es el acceso principal a la casa. En ese primer tramo se revela una faceta poco conocida de Sarmiento: su inclinación por la pintura. Las paredes del zaguán fueron decoradas por el propio sanjuanino, quien reprodujo en ellas escenas vistas en la casa de Livia, esposa del emperador romano Augusto. Desde el zaguán se accede al primer patio, escenario de la vida social, embaldosado en damero blanco y negro, a imitación de los templos masónicos. De espaldas al patio estaba la biblioteca y de frente a él, la sala de recibir y el dormitorio de Sarmiento.
El segundo patio era el centro de la vida privada y familiar. Una gran pajarera y el aljibe del que también se surtían de agua los vecinos ocupan los sitios de privilegio. Los dormitorios, la cocina y las dependencias de servicio se ubican en derredor de este patio.
El último tramo del zaguán conduce al tercer patio, el lugar que muestra al Sarmiento más íntimo. Allí fue donde escribió Vida de Dominguito y fue en ese espacio donde hizo plantar una parra que le recordara a su tierra, San Juan.

