Desde el hombre que llegaba en su bici atado como matambre a una heladera que llevaba en su espalda para empeñarla, hasta los tórtolos enamorados que se separaron y no buscaron más sus alianzas prendadas, algunas historias de los empeñadores y sus objetos causan risas y nostalgia entre los empleados de la Gerencia de Préstamos de la Caja de Acción Social. Esta institución, que está en pleno centro, presta dinero que se devuelve en cuotas o recibiendo en garantía distintos objetos. Y el sábado 30 de mayo realizará un nuevo remate de los artículos prendados que sus dueños no retiraron al cabo de un año.
El caso del hombre y su heladera es uno de los más recordados por los empleados más antiguos de la Gerencia de Préstamos. Con unos 50 años encima, la persona recordada en conversaciones entre mates y tortitas iba hasta las locaciones de la Gerencia en una bicicleta tipo Cinzia. Pedaleaba desde Concepción y llegaba temblando entero y transpirado hasta los tobillos. Con dos cuerdas ataba una heladera de 1,30 metros y 40 kilos en su espalda. Una soga atravesaba por su ombligo y otra iba por arriba de su hombro izquierdo y pasaba por debajo de la axila del otro brazo. Colorado en la cara y con un brazo morado por la falta de circulación, frenaba su bici apretando con su pie la cubierta de su rueda trasera por la ausencia de frenos. "Con el último aliento nos pegaba un grito para que le ayudáramos a bajar la heladera", contó Marcelo Sánchez, tasador que lleva 30 años en la entidad.
En su bici, con una mano en la pared y un pie en el piso, que continuaba el temblequeo que parecía nacer desde su mano, el hombre se afirmaba en un pilar esperando la ayuda, reveló Sánchez. Este personaje de las anécdotas de los empleados llevaba en los primeros días de fríos de invierno su heladera a empeñar y la retiraba, por supuesto en su Cinzia, cuando comenzaba nuevamente el clima cálido. Estos viajecitos los realizó desde 1986 hasta 1990.
Otro recuerdo tiene que ver con un anciano de unos 75 años que caminaba desde Albardón llevando una carretilla y en ella una anchada y una pala hasta la Gerencia para empeñarlas. Este hombre realizaba trabajos de jardinería. El personal de la entidad prestamista sabía que cuando llegaba con una sonrisa y su camisa y pantalón azules de grafa, uniforme de trabajo, lo hacía para rescatar sus herramientas. Cada vez que conseguía una changa pedía un adelanto al patrón de turno y retiraba estos elementos empeñados para poder trabajar, luego los empeñaba de nuevo hasta que llegaran otros días de bonanza. Esto lo hizo desde el año 1997 hasta el 2007. "Extrañábamos que viniera y nos enteramos el año pasado que en 2007 murió", afirmó otro empleado, mirando la puerta de la institución por donde entraba el anciano con su carretilla.
Entre las historias también relatan la de un socio vitalicio del empeño. Alfredo, un hombre de más de 80 años, arreglaba radios y cada 3 ó 4 meses llevaba alguna a empeñar. Los empleados de la institución a veces las aceptaban, pero en otras ocasiones sólo veían un montón de piezas desparramadas que, según Alfredo, conformaban una radio. El tomaba algunos cables encintados y en sectores pelados y los rozaba para que se escuchara alguna sintonía mientras intentaba distinguir qué eran los parlantes. En esos casos no le aprobaban el empeño. Pero les daba mucha lástima. "Al hombre parece que no le iba muy bien en su trabajo. Llegaba con unas alpargatas que ya no parecían alpargatas sino un conjunto de agujeros unidos con hilos", dijo Sánchez, y agregó: "Por eso cuando los aparatos no estaban aptos para recibirlos, sacábamos unos pesos de nuestros bolsillos y le dábamos para el colectivo y para un sanguchito". El hombre realizó empeños durante unos 20 años y falleció en 2008. Hasta sus últimos días dejó artículos en garantía.
En lo referido a los elementos a subastar, también hay curiosidades. Las cajas fuertes que funcionaban en los casinos que dependían de la Caja de Acción Social y ahora maneja la empresa Ibiza son las cosas que más llaman la atención en el remate del sábado próximo. Pesan más de una tonelada, miden de 2 a 2,20 metros de alto por 1,5 de ancho y 1 de profundidad, son de acero y tienen un espesor en sus paredes y puerta de unos 20 centímetros.
Entre otros artículos interesantes, en 1983 subastaron un helicóptero de Aeronáutica provincial. Y también recuerdan que en otros años hubo sables samurai, bandoneones, monturas de caballos adornadas con plata y hasta tapados de piel.
Sumado a esto están las alianzas de casamiento, elementos que no faltan en ninguna subasta. Una empleada dijo que las parejas de recién casados empeñan esos artículos por necesidades económicas y al poco tiempo se separan y nunca más las retiran por bronca con la experiencia vivida. "Cuando dejan alianzas, es casi seguro que terminarán en el remate", reveló.