Cuando Jorge Mena escapó de Valparaíso (Chile), huyendo de las persecuciones políticas y las torturas en su trabajo como empleado de Litografía, las amenazas de muerte y las entradas a la policía por ser estudiante avanzado de Filosofía, soñaba encontrar un lugar mejor para vivir. "Y aquí encontró un paraíso”, resume Ana Muñoz, su esposa.
¿Qué es lo que ella concibe como un paraíso? "A que todos tengan la posibilidad de estudiar y tener acceso a los hospitales del Estado sin tener que pagar para ello, a que quien quiera trabajar pueda hacerlo, y pueda crecer económicamente con el fruto de su trabajo, a que pueda participar de la vida ciudadana sin sentirse un extranjero. Todas estas cosas en Chile a veces no las creen. Dicen que exageramos. Pero no es así. Cualquiera que viva acá lo sabe”, dice la mujer que con 24 años, dos niños pequeños y un tercero en camino aceptó la propuesta de su esposo de abandonar el país que había sido arrasado por Pinochet en los "70.
"Primero se vino a trabajar mi esposo y después me vine yo. No fue sencillo pero con esfuerzo logramos salir adelante. Igual nunca pensamos en volver, el mejor país para vivir es la Argentina”, cuenta la mujer que siempre vivió frente al Club del Bono, mientras su marido agrega que "este es un gran lugar porque no hay clases sociales estáticas sino que todos somos parte de la misma sociedad y todos tenemos las mismas oportunidades: por ejemplo, yo a los 65 años estoy estudiando abogacía. Por supuesto que lo puedo hacer por el entendimiento de mi esposa y de mi compañera de estudio Verónica Otiñano. Pero eso no es todo. Mis hijos pueden superarse: el mayor, Jorge es repositor exclusivo de una marca en todos los supermercados y estudia la Licenciatura en Higiene y Seguridad; Ingrid es profesora y licenciada en Historia, Carla es Licenciada en Artes Visuales, y Marcelo es técnico minero y ahora es el secretario general a la Asociación de Jerárquicos Mineros. Ellos son mi orgullo”, dice Jorge Mena padre, quien trabajó de domingo a domingo, vendiendo desde pastas, hielo, pescado y achuras en la calle, hasta lograr su objetivo de tener su propia carnicería.
"Nos vinimos con 14 bultos de ropa y frazadas. Y aquí fuimos dando pequeños pasos. Nunca nos sentimos extranjeros, por eso estamos agradecidos”, dice la pareja celebrando que pronto llegue el día en que se concrete el túnel de Agua Negra para que casi no hayan fronteras con su país natal. Esperan también que llegado ese día, tengan su doble ciudadanía, la que supieron ganarse todos estos años de sana convivencia.