No se tuvo en cuenta que tan lejos llegó la bala, ni si alguien se adelantó a la señal de partida en las carreras de velocidad. Mucho menos, si algún competidor picó en la línea marcada o directamente en la arena para realizar el salto en largo. Lo que importó fue el esfuerzo y las ganas que le puso cada uno de los alrededor de 150 chicos de escuelas de discapacitados que participaron en el V Torneo de Atletismo organizado por la Municipalidad de la Capital, ayer, en el club Puertas Abiertas. Y, como todos los participantes cumplieron la consigna al pie de la letra, hubo una entrega masiva de medallas.
En la actividad deportiva participaron los chicos de 5 escuelas de educación especial del Gran San Juan y los alumnos del colegio Santo Tomás de Aquino, quienes cumplieron con su jornada de integración y acompañaron principalmente a los chicos ciegos que participaron en la competencia.
Durante toda la mañana, la más concurrida fue la pista de carrera de velocidad. Y uno de los que la encaró mayor cantidad de veces fue Valentino. Como no ve, el chico compitió junto a Pablo, uno de los alumnos del Santo Tomás de Aquino. A Valentino le costó, porque tenía miedo de caerse. Pero no se preocupó demasiado y caminó con su compañero hasta llegar a la línea final, unas 4 veces.
Mientras tanto, en la cancha preparada para el lanzamiento de bala, los profesores se pasaban un buen rato explicando a cada uno de los participantes cómo debían pararse para tirar la bocha gris. Sin embargo, a la hora de la práctica, cada chico hacía el lanzamiento según su propia comodidad y recibía aplausos como si estuviera en las Olimpiadas. Y en la caja de arena, los saltos en largo eran realizados en todas las direcciones y con piques repetidos varias veces por el mismo competidor, en una sola carrera.
Así más allá de los errores, las diferencias entre los competidores y la falta absoluta de un reglamento, todos los participantes ganaron. Fue porque todos le pusieron empeño, se animaron y recibieron el incentivo y las felicitaciones de sus compañeros. Como consecuencia, después del desayuno, que incluyó jugo, tortitas y medialunas, los chicos se prepararon para recibir sus medallas y llevarlas colgadas en el pecho llenos de orgullo.