Pese a que las edades, que van desde los 7 hasta los 16 años, son muy diferentes, los chicos del Grupo de Socorristas de San Patricio forman un equipo bastante homogéneo. El interés que los une es muy poco común en chicos de su edad, porque aunque algunos recién empiezan a leer y escribir, ya saben técnicas de primeros auxilios y ensayan cómo utilizarlas. Y mientras otros niños prefieren pasar el tiempo libre jugando, ellos se entrenan en cómo asistir a una persona que perdió el conocimiento, de qué manera proceder si alguien se cayó y qué hacer en caso de accidente.

"Mi hermanita se había ahogado comiendo y yo la ayudé, porque en el grupo me habían enseñado cómo hacerlo", contó Gema, de 8 años, cruzando sus manitos como si intentara abrazar a alguien. La maniobra, muy conocida por quienes practican primeros auxilios, es una técnica que consiste en liberar las vías respiratorias de objetos extraños, para permitir la entrada de aire. El instructor y capitán del grupo, Gustavo Leiva, la corregía y explicaba que "los más chiquitos empiezan con cosas muy básicas y los mayores reciben un entrenamiento un poco más intensivo que les permite participar como voluntarios en actividades donde concurre mucha gente".

Sobre el piso, dos nenas practicaban cómo asistir a una persona desmayada, con un compañero que estaba tendido en el piso. No tienen más de 10 años, pero con mucha seriedad, explicaron que "lo primero es alejar a la gente que se pone alrededor, para que pueda circular el aire y después, controlarle el pulso". Los chicos saben que, en un caso de emergencia, lo primero es pedir auxilio a algún servicio de emergencia, pero también saben que mientras llega la ayuda, ellos pueden dar un auxilio que en algunos casos, puede ser fundamental. Gustavo Leiva señaló que la otra particularidad de este grupo es que no está enrolado en ninguna religión o institución en particular. "Así como tenemos niños de distintas edades, también tenemos de diferentes religiones, porque la intención fue hacerlo abierto: hay chicos católicos, evangélicos, testigos de Jehová y de otras religiones", dijo.

En sus encuentros, los niños también aprendieron cómo atender a una persona que sufrió una caída y que puede tener una fractura. Con solvencia, Facundo, de 9 años, se esmeró en mostrar con ademanes cómo se procede para inmovilizar la pierna o el brazo afectado, hasta que la persona sea llevada a otro lugar.

Cruzando sus brazos para formar una suerte de camilla, los niños ensayaban cómo trasladar a una persona que no puede movilizarse sola. Fátima, una de las mayorcitas del grupo, definió con toda la sabiduría que le permitieron sus 11 años, el espíritu que los moviliza: "Uno nunca sabe cuándo le puede pasar tener que ayudar a alguien, por eso es lindo aprender. En la casa o en la calle, todos podemos dar una ayuda y tenemos que estar preparados. Eso es lo que hace un socorrista", explicó.