Su vida familiar no tiene nada que ver con las historias que se encuentra a diario en el Hogar San Benito. Sin embargo las toma como propias. En los rostros de esos niños que pasan por este hogar transitorio, destinado a contener a menores que están en riesgo, ve el de sus propios hijos. Roger Brito tiene 63 años y siempre trabajó en instituciones estatales que tienen que ver con la minoridad. Desde hace tres años está en el Hogar San Benito y su tarea es cuidar a los niños que pasan por este lugar.
"Es raro porque mi vida familiar es muy diferente a lo que les sucede a estos niños. Tengo hijos grandes, y ya soy abuelo. Ellos vivieron en un clima de tranquilidad, por eso me conmueve tanto enfrentarme a algunos casos en el hogar", dice el hombre. Roger pasa más tiempo en la institución que en su propia casa. Hoy, que es el Día del Padre, pasará la jornada con los chicos que están en la institución. "Esto es más que un trabajo cualquiera. No es como cuidar una plaza. Uno termina involucrándose con las historias, una peor que otra", cuenta Roger. A veces siente tristeza, a veces se conmueve por los avances que logran algunos chicos que están en el hogar. Intenta contenerlos en lo que puede, aún sabiendo que para los pequeños, la estadía no es permanente. "Me encariño con algunos chicos y los trato como a mis propios hijos. El problema es que después se van y en muchos casos no vuelvo a verlos más", dice Roger.
La parte buena de esta tarea es que puede brindar afecto a chicos que tiene una vida complicada, algunos fueron abandonados y hasta maltratados. En contrapartida, tiene que enfrentarse a diario con el sufrimiento de esos niños. "Estar con ellos me hace valorar mucho más a mi familia. Los chicos del hogar me dan fuerza", dice Roger.

