Martín no pudo contra el sueño y se sentó en el cordón de la vereda con la espalda apoyada en el tronco de una mora. A los pocos segundos se durmió, aunque el sueño le duró poco. Se despertó sobresaltado cuando sonó la bomba de estruendo que indicaba que la procesión por el Día de la Inmaculada Concepción de María estaba por comenzar. Este nene de 6 años acompañó a su abuela a la peregrinación que se realizó ayer a las 5 de la madrugada y que contó con la participación de muchos niños, pese a la hora. Según la Policía, unas 5.000 personas participaron de esta manifestación de fe.

La procesión comenzaría a las 5, pero la mayoría de la gente llegó a la esquina de San Luis y Tucumán, lugar de la concentración, media hora antes para participar de los cánticos y oraciones previas. Y los chicos aprovecharon esos 30 minutos para dormir ’otro ratito’ en los brazos de sus padres o abuelos, sentados en las veredas, sobre el asiento de bicicletas y motos o, los más afortunados, en el changuito. Pero el sueño no los detuvo para caminar junto a la Virgen María. La mayoría caminó las 13 cuadras que incluía el recorrido desde el lugar de concentración hasta el santuario, aunque los más chiquitos finalizaron el trayecto sentados en los hombros de sus papás y asistidos con leche o jugo en caja para recuperar energía.

La marcha avanzó lenta por las calles de la ciudad, pero no por la participación de los niños. Los jóvenes de la Acción Católica avanzaron formando un cerco humano alrededor del vehículo que transportaba a la Virgen para mantener el orden.

Los cánticos y palmas de los feligreses sirvieron para mantener a los chicos despiertos y entusiasmados. Muchos de ellos hasta agitaron sus pañuelos y mamaderas para saludar a María que presidía la marcha a bordo de una camioneta y sobre un pedestal cubierto de flores blancas. Incluso durante la misa frente al santuario de la Inmaculada Concepción se mantuvieron despiertos y participativos. Los más grandes entonaron los cánticos religiosos mientras que los más chicos se limitaron a hacer palmas o arrojar las flores que les dieron sus papás.

Antes de las 7 de la mañana finalizó la misa y los chicos no quisieron regresar de inmediato a sus casas para dormir un poco. Prefirieron quedarse en la plaza Juan Jufré, frente al templo, para jugar un rato y aprovechar el madrugón.