El pasado 20 de marzo, el presidente Alberto Fernández anunció el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio para proteger la salud, en medio de la pandemia por coronavirus. La medida dejó sin posibilidad de trabajar a gran cantidad de familias que, de golpe, se quedaron sin ingresos. En medio de la compleja situación, algunos sanjuaninos se las ingeniaron para darle una vuelta de tuerca a sus trabajos y seguir adelante. A continuación, algunas de sus historias.

Las tareas escolares a distancia, el nuevo trabajo de muchos


Carolina Díaz, tiene 29 años, y hace cuatro que tiene su propia firma de sublimaciones. El 20 de marzo, el inicio del aislamiento social obligatorio la sorprendió terminando los set personalizados para el jardín. Tras el anuncio de Alberto Fernández, la máquina empezó a juntar polvo, ya “nadie necesitaba una remera o una taza”.

Aunque la joven podía seguir trabajando desde su domicilio se encontró con que todos los proveedores dejaron de atender y se quedó sin insumos para sus proyectos. 

Fue el pedido de una vecina sobre la impresión de unos impuestos lo que le dio la idea. “Tuve que desempolvar la impresora de tinta común y empezar a imprimir la tarea para los chicos, llenar el barrio de carteles y es mi nuevo emprendimiento laboral ahora. Prácticamente el 80% de mi trabajo ahora es imprimir”, reconoció la mujer que trabaja desde su departamento del Barrio CGT Rawson.


Un caso similar vive Guillermo González, quien compró el local de librería, mercería y centro de copiado, hace 10 años. A veces mejor, a veces peor, pero el negocio siempre funcionó. La suspensión de las clases en San Juan y el aislamiento social obligatorio el 20 de marzo los encontraron volviendo de vacaciones y sin un peso en el bolsillo.

“Agotamos hasta el último centavo en las vacaciones confiados en que levantábamos persiana, comenzaban las clases y volví a todo a funcionar. Nos sorprendió como a todos y debimos agudizar el ingenio”, reconoció el hombre dueño de Cyber.com. 

“Nunca hicimos delivery, pero ante la imposibilidad de abrir empezamos a recibir los archivos por WhatsApp e imprimir los materiales. Además, comenzamos a ofrecer elementos de librería que sirve mucho para que los chicos se distraigan en estos momentos tan duros. Desde temprano y hasta las 14 estamos imprimiendo, encuadernando y armando los pedidos que hasta las 17 entrego yo personalmente. De esta manera estamos salvando los gastos fijos”, reconoció el dueño. 

El asado, a la puerta de tu casa

Por primera vez en sus 30 años de vida, la tradicional parrillada Bigotes cerró sus puertas al público conforme a la disposición del gobierno por la pandemia de coronavirus. Sin embargo, los dueños decidieron darle una vuelta y empezar a ofrecer el servicio con la modalidad de delivery. No sólo eso sino que ahora, amplió su oferta e incluyó minutas y próximamente comidas caseras, menú para celíacos y vegetarianos.

“Hay mucha gente que no tiene dónde hacer el asado y lo primero que hicimos fue ofrecerle la posibilidad de llevarle la parrillada a su casa. En los primeros días los pedidos fueron de clientes de toda la vida, pero notamos la necesidad de ofrecer un poco más”, contó Gimena Martinazzo, una de las dueñas de la empresa familiar.

Adaptados a la crisis sanitaria, la parrillada utilizará los amplios salones en los que solían atender a los clientes para convertirlos en cocinas donde preparar cada uno de los menús con las exigencias requeridas. “Lo que está pasando es inédito, pero vamos a salir adelante como lo hicimos siempre”, agregó la empresaria.

Mientras tanto, Carlos Falcón, quien abrió su local de comidas hace cuatro años, no imaginaba que un virus lo obligaría a cambiar por completo la modalidad de trabajo y sobre todo, el menú. Es que lo inició como un lugar de comidas rápidas ahora se dedica a la venta de parrillada por kilo y a domicilio.

Los domingos al mediodía cambió la plancha para la elaboración de pachatas, lomos y pizas por la parilla por la desfilan kilos de punta de espalda, vacío, costillas, chorizos, morcillas y chinchulines. El servicio funciona los domingos y la gente solicita por teléfono su pedido que poco después llega a la puerta de su casa por medio del delivery.

“Empezamos haciendo 12 kilos de asado y el último domingo ya vendimos 35. Hay una necesidad de la gente de conservar la costumbre del asado aún en cuarentena”, concluyó.

Los tapabocas, entre salida laboral y salud

Hace un tiempo, Cecilia Romarión inició un emprendimiento junto a una amiga llamado “Confecciones San Juan”, en el que vendían manteles, almohadones y sábanas para bebés que ellas mismas confeccionaban. El negocio iba bien, pero la cuarentena establecida para evitar la propagación por coronavirus las sorprendió y las ventas quedaron en cero. Jorge Asín, su marido, quien tiene una empresa de transporte de mudanza también se vio impedido de trabajar.

En medio del parete, Cecilia siguió de cerca cada noticia de la enfermedad y cuando se empezó a hablar del uso del barbijo, notó que mucha gente se cubría con elementos hechos con telas tan finas que no eran realmente útiles. Entonces, tuvo la idea: comenzar a confeccionar tapabocas reutilizables con telas de calidad y en capas, para que fueran seguros y, a la vez, trabajar para poder ayudar a su familia.

Con el apoyo de su marido inició la tarea y pronto se vio desbordada por la cantidad de pedidos. Tanto así, que se comunicó con una mujer que anteriormente había tenido un taller de costura y empezaron a coser a la vez, cada una en su casa. Ahora, en el microemprendimiento de cuarentena trabajan unas 6 personas, teniendo en cuenta que también cuentan con una persona que se encarga de llevar a domicilio los tapabocas.

“No vendemos en cantidades muy importantes, estamos entregando entre 20 y 30 tapabocas por día, pero es una ayuda económica para nosotros y también es un beneficio para quienes compran, porque  usamos telas que impiden el paso de las gotitas y son seguros”, contó Jorge, quien aseguró que, además, desinfectan cada pieza antes de ser entregada y la colocan en bolsas para evitar la contaminación y que los precios varían entre los $100 y los $250 decidiendo el tipo de tapaboca que cada uno elija.

Otro caso es el de Lucas Pinto quien, como sucedió con todos los comercios, tuvo que poner candado a sus dos locales de estampados “Recién pintado” con el inicio de la cuarentena. Eso lo dejó sin ingresos a él y a otros tres responsables de familia que trabajan en los comercios. Con el paso de los días, la situación se comenzó a complicar y entonces surgió la idea de utilizar las herramientas con las que cuentan para ofrecer tapabocas con un plus: diseños exclusivos y personalizados.

“Nos llevó un tiempo arrancar, porque tuvimos que armar los moldes, ya que cortamos las telas con sistema láser y empezamos a trabajar con una señora, que también estaba desocupada, y se encarga de la parte de costura”, contó Lucas, quien además trabaja con un delivery para trasladar los pedidos.

En cuanto a su tarea, detalló que “hacemos tapabocas reutilizables con tres capas y bolsillo y tenemos diseños súper variados. Además, podemos creerlos con los diseños que cada cliente idee. Y los vendemos a $150”.

A la vez, agregó: “Le estamos poniendo onda a la situación. Es muy difícil porque entendemos que las medidas son importantes para proteger la salud de todos, pero es todo muy complicado. Uno tiene compromisos y a la vez hay que mantener a la familia. Es duro, pero tenemos que salir adelante”.

La docencia para el ejercicio, frente a la computadora

Con los gimnasios cerrados y pocas expectativas de que puedan abrir en el corto plazo, algunos de los dueños también idearon la forma de seguir adelante.

Uno de ellos es Gastón Arena, dueño de Club Fitss, un espacio que justo en medio de la cuarentena cumplió sus dos años. Él contó que “para nosotros es complicado, porque tenemos que seguir pagando alquiles, servicios, impuestos y a la gente que trabaja. Entonces, en el sector surgió la idea de las clases online”.

De ese modo, las redes sociales se transformaron en la herramienta ideal. El equipo de ofrece clases privadas a través de Facebook, con distintas rutinas, y cobra un canon mensual más económico que el habitual. “También entendemos que hay mucha gente que no está trabajando y no tiene el dinero, por eso, además, todos los sábados ofrecemos clases abiertas a través de Instagram. Eso ayuda a muchas personas que no se pueden dar el lujo de pagar”, sostuvo Gastón.

Pensando en la situación, decidieron además adaptar todas las clases a elementos que hay en cualquier casa. Mochilas llenas de libros y sillas sirven para los ejercicios que habitualmente se hacen con aparatos específicos.

Sin embargo, gracias a un permiso que lograron obtener por parte de la Secretaría de Deportes para el sector, sumaron la posibilidad de alquilar los elementos de los gimnasios. “Hay muchos dueños que alquilan incluso las máquinas de gran porte. Pero para eso se necesita una camioneta que las traslade y es complejo. Nosotros estamos alquilando sólo los artículos pequeños como cajones, pelotas, mancuernas, sogas y colchonetas”, relató el dueño del gimnasio que rescató que “todo sirve para pasar este momento”.