La misa tradicional está basada en los libros litúrgicos editados por el beato papa Juan XXIII en 1962. Esta ceremonia se celebró hasta que se realizó el Concilio Vaticano II, donde se expresó la necesidad de que el culto se renovara y se adaptara a las necesidades de la época. Por lo que el padre Pablo VI aprobó en 1970 los libros litúrgicos reformados y traducidos a las diversas lenguas del mundo. Hasta que, en julio de 2007, el papa Benedicto XVI determinó que, para que no se perdiera el culto tradicional, se celebrara el culto antiguo de modo extraordinario, es decir para fechas o fiestas especiales. Las características y el significado de la celebración antigua rescatada son los siguientes.

Latín: es el idioma universal de la Iglesia. El Misal del papa Juan XXIII está escrito en este idioma.

Incienso: para la Iglesia es un perfume que se eleva a los cielos hasta llegar a Dios. La Iglesia se lo envía como un regalo.

Postura: estar de cara a Dios y de espaldas a los fieles permite poner en el centro al Ser Supremo, que es lo más importante.

Gestos: durante las misas tradicionales los gestos del sacerdote son muy estrictos, ya que están bien especificados en el Misal. Por ejemplo, en la liturgia antigua dice que el sacerdote no puede abrir los brazos más que el ancho de los hombros.

Vestimenta: en las misas tradicionales, tanto la ropa que usan los sacerdotes y los monaguillos, como la ornamentación, son de estilo romano antiguo.

Comunión: en las celebraciones antiguas los feligreses deben estar de rodillas cuando comulgan y deben recibir la hostia en la boca. Ahora, en cambio, cada feligrés puede elegir si toma la comunión parado o de rodillas y si recibe la hostia en la boca o en la mano.