San Juan, 26 de febrero.- Traje y corbata negros, camisa blanca. La sobriedad habitual de Luciano Pereyra contrastó con el fondo luminoso del anfitrión de la fiesta: un sol que alumbraba desde atrás al cantautor, intérprete y su banda.

Luciano Pereyra desplegó su histrionismo para ganarse a un público, estimado en 35.000 personas, que ya estaba rendido antes de que el salude. Así logró lo que suele conseguir donde se presente: convencer a su gente de que ese donde está, es el único lugar donde quiere estar, y que las mujeres que lo han ido a ver son las más lindas que ha visto. No está mal, forma parte del juego entre un ídolo y sus seguidores/as.

Desde las 2,30 Pereyra desandó su camino musical, con un tema de su última producción. A lo largo de la presentación intercaló canciones nuevas, viejas, de su autoría, de otros compositores. Hubo momentos para que los cuerpos de baile presentes en el espectáculo bailen al costado del escenario. Algunos asistentes, público en general, también se animaron y danzaron.

El hombre que supo cantar frente al Papa, amagó con finalizar el show entonando el clásico antibelicista de Gieco, “Sólo le pido a Dios”. Al tiempo de los bises, pasadas las 4, se retiró con una canción de su último trabajo, la tropicalísima “El vestido rojo”.

Luciano Pereyra dio, al fin, en San Juan, ni más ni menos que los que lo fueron a ver esperaban. No defraudó, y eso no es poco.