A los 62 años, ya jubilado por discapacidad (es insulino dependiente), Juan Pablo González sigue activo en sus acciones solidarias, ya que en su día a día realiza distintas actividades ligadas a dar una mano a quien lo necesite. Este ex empleado municipal está casado hace 40 años. Es padre de tres hijos y abuelo de ocho nietos, y nació y se crió en Chimbas, donde permanece junto a su esposa. En su haber tiene desde colectas de juguetes y alimentos para los chicos de Mogna y San Expedito para fechas especiales como Reyes o el Día del Niño, hasta intervenir para la construcción de viviendas en su municipio y agilizar el otorgamiento de pensiones. Ahora su preocupación principal es conseguir un lugar digno para los hermanos Ibánez y algún subsidio para que puedan tener algo de dinero y poder subsistir. También busca que este año los chicos comiencen la escuela y puedan obtener su DNI nuevo.


"Me siento como Robin Hood, yo hago las cosas en el anonimato", dice con una risa González, al tiempo que asegura que no le interesa figurar, que pese a que trabajó 32 años en el municipio y conoce a políticos y gente influyente nunca se valió de eso para conseguir favores o donaciones. Asegura que su motor no es conseguir un puesto público ni "ser el mejor vecino". Ante la situación que lleva adelante cuidando a estos chicos, dice que recibió infinitos llamados de gente que a cambio de colaborar, pedía figurar o beneficiarse de algún modo. Pero, insiste, siempre rechazó ese tipo de actitudes. A Don Pablo, como le llaman sus vecinos, se le llenan los ojos de lágrimas cuando José y Ramón hablan de él. Cuando de ayudar se trata, tiene una visión particular: "Ser solidario me hace sentir bien y si uno puede aportar desde su lugar algo, aunque sea poquito para cambiarle la vida a la gente, ahí voy a estar y voy a hacer lo posible para seguir en esta postura lo que me quede de vida. Yo sé que Dios me va a recompensar".