Por Federico García
Lic. En psicopedagogía (MP. 371) Docente e Investigador / federicogarcia.psp@gmail.com
No podemos pretender que los niños y adolescentes en edad escolar aprendan como si estuvieran en situación de pleno bienestar, porque no lo están. Dentro de este contexto de aislamiento social, preventivo y obligatorio, es necesario tener en cuenta su estado de ánimo y sus emociones, ya que éstas determinarán la actitud con la que enfrentarán la situación actual, predisponiendo, no sólo a los adolescentes y niños, sino también a los adultos, a crisis explosivas ante la dificultad o imposibilidad de procesar esas emociones y resolver de forma asertiva su aislamiento.
Considero que al volver a las escuelas, ya nada será lo mismo. La escuela se transformó, y dejó entrever la importancia del docente/profesor y de los vínculos (docente-pares). Hoy, en estos tiempos de pandemia y confinamiento, debemos hablar y reflexionar sobre la Educación Socioemocional, para que ésta llegue a situarse entre las preocupaciones de todos los centros educativos.
No negar la realidad y hacer de cuenta que no pasa nada. Hablar sin dramatizar. No asustarse ante enojos, las emociones desbordan en crisis de angustia. Ser comprensivo y paciente.
La denominación de “Educación social y emocional” es la más completa e integradora, si hablamos de priorizar y cambiar el foco de atención, (entre otros paradigmas en Educación, como Neurociencia, Escuela Montesori, Pedagogía Waldorf, Mindfulness); esta definición apunta al proceso educativo dentro y fuera de la Escuela. Favorece el desarrollo de competencias (emocionales y sociales) para comprender las propias emociones y las de los demás, para expresarlas y regularlas, para establecer relaciones sociales satisfactorias y para ser capaz de enfrentarse a los problemas sociales y personales de uno mismo y de los otros.
Profundizando en el análisis de la situación actual que atravesamos, podemos afirmar que la escuela se trasladó a la casa, dejando en claro que, no estamos hablando de “Educación a distancia”, sino que el dictado de clases hoy continúa en el hogar. Ahí es donde se transitan diferentes realidades, incluso atravesando por diferentes etapas en una misma realidad. En este confinamiento encontramos, niños y adolescentes con una sensación generalizada de “estar de vacaciones”, sin poder administrar el tiempo libre, queriendo jugar en todo momento; adolescentes, con más tiempo de jugar a la play, de no hacer nada, con conversaciones interminables con sus pares por videollamadas, quejándose por todo, resistiéndose a las intervenciones de los padres para el cumplimiento de las tareas escolares. Adolescentes que padecen el encierro sin posibilidad de experimentar su tan ansiada “independencia”; sin posibilidad de recurrir a sus “grupos de pertenencias” manifestándose en ellos, mayor malestar, ansiedad, confrontaciones, falta de actividad física y libertad de movimientos, fastidios, y malhumor.
Tratar de escuchar, contener, y permitir que los sentimientos sean expresados, generando espacios para esto. Aceptar que no tenemos las respuestas ante momentos de incertidumbre.
Por otro lado, encontramos adultos, con actividades laborales “On line”, a través de la modalidad “Home-Office”, debiendo organizar los tiempos de trabajo, las tareas en casa, de la escuela. Adultos que deben enfrentar actividades escolares con encuadres y modalidades desconocidas (en muchos casos): clases en plataformas virtuales, guías pedagógicas por Whatsapp estando expuestos a noticias de que “tal o cual App es peligrosa”, lidiando con la “exigencia” de cumplir con todo, y, al mismo tiempo, tratando de mantener vínculos con docentes, pares y familiares a través de soportes tecnológicos.
Se habla de “muerte” casi en forma constante; ronda por las noticias y las “charlas” entre adultos giran alrededor de: temor por pérdidas futuras, salir a comprar y no saber si la persona que tengo cerca tiene el virus, aparición o reaparición de miedos que ya se habían superado, pesadillas o trastornos del sueño; entre otros.
Bajar el nivel de exigencia propio y de los demás. Respetar tiempos de acción, favoreciendo rutinas. Permitirse aburrirse o estar desganado. No es necesario que seamos “productivos” en todo momento.
Al mismo tiempo, la Escolaridad virtual nos encuentra con una gama de situaciones y conflictos: escaso tiempo previo a la cuarentena para generar vínculos con los docentes y maestros de la escuela; dificultades para generar situaciones de aprendizajes; falta de un encuadre que sostenga la actividad, padres y madres que, además de hacer su trabajo, deben asumir el rol de maestros explicando contenidos; turnos para usar la computadora y/ o celular en el caso que haya sólo uno en casa; hermanos menores actuando como distractores, etc. El “Rol social de la escuela” está suspendido, pasando por un proceso, en un intento de compensar las relaciones y vínculos afectivos a través de la virtualidad.
Entonces, dentro de este entramado social desarticulado, con tantos cambios que desestructuran, es “normal” observar distintas inhibiciones y regresiones, en lo conductual, en lo emocional y en el aprendizaje. Éste quiebre en lo cotidiano, lo desconocido invadió la experiencia, aumentando la angustia y la ansiedad, confrontándonos con una gran incertidumbre sin respuestas; niños, adolescentes y adultos que se preguntan: ¿Cuándo termina esto?, ¿Cuándo volveré a ver a mis abuelos? ¿Cuándo vuelvo a la escuela? ¿Cuándo voy a la plaza? Si volvemos al trabajo; ¿Cómo hacemos con los chicos?
Aceptar que el año escolar será muy particular y “no está perdido”. Habilitar y respetar a los adolescentes ese espacio de intimidad y diferenciación de sus padres, que tanto necesitan.
Es aquí, que se comprueba la disparidad de competencias y las diferentes perspectivas y estrategias de cada sujeto. Es aquí, donde las referencias pasan a ser el bienestar personal, la educación para la ciudadanía, la educación afectiva, la educación para la salud, los derechos humanos, la convivencia, entre otras.
Competencias principales
Propongo formular la Educación Socioemocional en torno a seis competencias: conocimiento de las emociones propias, conocimiento de las emociones de los otros, capacidad de regular las emociones, capacidad de mantener relaciones sociales positivas, habilidades para el trabajo en equipo y conductas prosociales
1. Conocimiento de las emociones propias
Ser capaz de tomar conciencia de las emociones personales, así como poder nombrarlas y expresarlas. Comprender las situaciones o condiciones internas y externas que nos provocan las emociones, tanto aquellas positivas como negativas, lo que facilitará su regulación y autocontrol. Construir un autoconocimiento y una autoestima adecuada.
2. Conocimiento de las emociones de los otros
La dimensión principal de esta competencia será la teoría de la mente afectiva o empatía entendida como “la capacidad de identificar lo que la otra persona piensa o siente y responder antes sus pensamientos y sentimientos con una emoción adecuada” (Baron-Cohen).
3. Capacidad de regular las emociones propias
Competencia para controlar las emociones y orientarlas hacia el bienestar personal y social y hacia el logro de los objetivos acordados. Supone confianza y capacidad de superar las dificultades y el fortalecimiento de la función ejecutiva -una dimensión cognitiva, que no podemos olvidar- El arte, la música, el teatro, el deporte y la relajación son actividades también beneficiosas para la regulación emocional.
4. Capacidad para establecer relaciones sociales y vínculos, así como, habilidades para la gestión de conflictos (promoviendo el uso positivo de las redes sociales, y de comunicación)
Ser capaz de mantener relaciones positivas de amistad con los compañeros y de mantener vínculos estables. Ser capaz de favorecer un clima de convivencia y de resolver los conflictos de forma asertiva a través de la negociación y establecimiento de acuerdos. Establecer una comunicación afectiva responsable.
5. Habilidades para el trabajo en equipo
Flexibilidad e iniciativa. Capacidad de conocer el punto de vista de los otros y de colaborar con ellos para avanzar en la tarea propuesta. Capacidad de comprender situaciones problema, proponer alternativas y acordar soluciones.
6. Conductas prosociales
Capacidad de tener conciencia social y de cuidar de los otros. Sentimiento de pertenencia a la comunidad y a los grupos culturales de referencia. Desarrollar actividades al servicio de la comunidad.
El objetivo principal de estas competencias es alcanzar un equilibrio emocional. Por tanto, es de importancia, que los adultos a cargo del aprendizaje, comiencen a trabajarlas en estos tiempos, para luego llevarlas a las clases presenciales. Progresar en nuestros conocimientos y, al mismo tiempo, colaborar con los otros para mejorar nuestro bienestar personal y el de aquellos que nos rodean.
Sugerencias generales
- No negar la realidad y hacer de cuenta que no pasa nada. Hablar sin dramatizar
- No asustarse ante enojos, las emociones desbordan en crisis de angustia. Ser comprensivo y paciente.
- Tratar de escuchar, contener, y permitir que los sentimientos sean expresados, generando espacios para esto.
- Aceptar que no tenemos las respuestas ante momentos de incertidumbre.
- Bajar el nivel de exigencia propio y de los demás. Respetar tiempos de acción, favoreciendo rutinas.
- Permitirse aburrirse o estar desganado. No es necesario que seamos “productivos” en todo momento.
- Aceptar que el año escolar será muy particular y “no está perdido”.
- Habilitar y respetar a los adolescentes ese espacio de intimidad y diferenciación de sus padres, que tanto necesitan.
- No pretender pasar por esta situación sin que se produzcan pérdidas a nivel emocional, social, monetario, educativo, etc. Es inevitable.
- Buscar ayuda psicológica en el caso que lo precise.

