Durante milenios, la humanidad sólo disponía de miel para endulzar ya que el azúcar o sacarosa recién apareció en el Siglo XV. Este producto natural ha sido fundamental en la vida de los hombres en todas las latitudes del mundo, como miel pura, utilizada para fines comestibles, cosméticos y medicinales.
 
La miel es el néctar y las exudaciones sacarinosas de las plantas, una vez recogidas, modificadas y almacenadas en los panales por las abejas.
 
Las abejas liban el néctar de las flores, lo condensan con sus propias secreciones y lo transforman mediante la química de sus propios cuerpos.
 
Las mieles varían de color, sabor y consistencia dependiendo de la plantas, la naturaleza del suelo, los esquemas climáticos y la estación de la cosecha, por lo que no existen dos mieles semejantes.
 
Sin embargo, básicamente toda miel se compone de dos azúcares simples: glucosa y fructosa. El cuerpo puede asimilar tal cual esos azúcares ya que las abejas han realizado la necesaria inversión en azúcares simples, ahorrando ese trabajo al tracto gastrointestinal humano.
 
La glucosa es absorbida directamente en la sangre, y la fructosa con algo menos de rapidez, como no son necesarios cambios químicos y por ser un alimento predigerido por las abejas, la miel es la fuente de energía rápida y natural por excelencia.