Acorralado por una rebelión popular sin precedentes para el mundo árabe, el presidente egipcio, Hosni Mubarak, anunció ayer que dimitirá dentro de pocos meses una vez sea elegido su sucesor en las elecciones presidenciales programadas para setiembre, una medida que responde a masivas protestas callejeras pero que puede no satisfacer a muchos que lo quieren fuera de poder desde ya.

Un millón de personas o más protestaron ayer en todo Egipto clamando por el fin del Gobierno de tres décadas del general retirado que ha sido pilar de la política en Oriente Medio.

En la plaza Tahrir (Liberación) de El Cairo hubo vítores luego del mensaje que dio el líder de 82 años por la televisión estatal, pero también cuestionamientos sobre si la oposición estará de acuerdo con una transición de varios meses.

"¡Vete! ¡vete!", era la consigna, en una señal de que el quinto mandato de Mubarak no ha sido bien calificado.

Luciendo calmado en el discurso, Mubarak sostuvo: "Digo con toda honestidad e independientemente de la situación actual que yo no tenía intención de nominarme para un nuevo período presidencial. He dedicado suficientes años de mi vida al servicio de Egipto y de su pueblo". "Ahora estoy absolutamente decidido a culminar mi trabajo para la nación de un modo que asegure la entrega de su custodia (...) preservando su legitimidad y respetando la Constitución", agregó en su discurso.

"Yo voy a trabajar en los meses restantes de mi mandato para tomar las medidas para asegurar la transferencia pacífica de poder", enfatizó.

Pero su llamado a la nación de 80 millones de habitantes pareció diseñado a llegar a los jóvenes, disidentes urbanos que lograron congregar en los centros de las ciudades a un pueblo temeroso por el cambio y el caos.

Mubarak acusó a sus opositores de estar detrás de saqueos y desórdenes en la última semana y recordó su carrera militar como un defensor de Egipto en la guerra al afirmar que no abandonará su país.

Malestar extendido

"Esto no va a funcionar. Esto realmente no va a funcionar", dijo a CNN Elliot Abrams, un ex asesor adjunto de seguridad nacional. "No puedo ver a nadie en la plaza Tahrir aceptando que él será presidente por ocho meses más y que él sería, después de 30 años, confiable para ser el hombre a cargo de la transición democrática. ¿Por qué alguien cree eso?", agregó.

Mohamed El Baradei, Premio Nobel, eregido como líder de la transición dijo ayer Mubarak debe irse de Egipto antes de que la oposición reformista inicie conversaciones con el Gobierno sobre el futuro de la nación más poblada del mundo árabe. Sus seguidores hablaron de formar una "junta" que redacte una reforma constitucional y supervise elecciones libres.

EEUU y otros aliados occidentales observaron primero confusos cómo miles de personas demandaban la salida de un aliado incondicional que ha sido una figura clave por décadas en las acciones de paz en Oriente Medio.

Washington exhortó a reformas y elecciones libres, pero también se mostró preocupado porque los islamistas puedan ganar poder si Mubarak fuera forzado a renunciar. La posibilidad de un vecino hostil en la frontera occidental con Israel también inquietó al primer ministro Benjamin Netanyahu.