�La presidenta Rousseff tenía previsto conversar con sus seguidores antes de explicarse ante el Senado, lo que movilizó a unos 500 manifestantes a las puertas del Congreso a primera hora de la mañana y bajo el sol abrasador de Brasilia.
Pero la mandataria de Brasil desistió y fue directo de su residencia, el palacio de la Alvorada, hasta el interior del Congreso, el majestuoso edificio diseñado por el maestro brasileño de las curvas, Oscar Niemeyer.
Cuando uno de los periodistas anunció que Rousseff ya había entrado en el Congreso, sus seguidores no dieron crédito: ‘Yo sólo quería darle un abrazo‘, afirmó Isabel Caldas, quien lloró cuando supo que no podría hablar con la que todavía considera su presidenta.