Hace unos 35 años, su hija enfermó de leucemia y el pronóstico que le daban los médicos era más que desalentador. Él, por casualidad, se topó con una estampita de Ceferino Namuncurá. Y, aunque ni siquiera lo conocía, le pidió un milagro. Al poco tiempo, su hija se recuperó. Como consecuencia, Néstor Romarión Peralta decidió dedicar gran parte de su vida a agradecerle al beato. Hizo que en San Juan comenzara a difundirse la vida y obra de Namuncurá. Creó un grupo misionero que lleva su nombre y colocó una gruta con su imagen. Pero anteayer, su obra terminó. Sus familiares lo encontraron muerto en el interior del departamento en el que vivía, en el barrio San Martín.
Según contó el mismo Romarión Peralta, en su juventud se cruzó con la idea de ser sacerdote, pero en ese momento conoció a quien sería su esposa (que falleció en un accidente de tránsito junto a una de sus nietas), por lo que desistió de la idea, aunque siempre estuvo ligado al catolicismo.
En 1978 creó el Elenco Misionero Ceferino Namuncurá, aunque desde 1976, Peralta ya organizaba el famoso Pesebre Viviente en la plaza de la Joroba, que desarrolló hasta el año pasado. Además de eso, era el encargado de mantener viva la tradición de la fogata de San Pedro y San Pablo en San Juan y de representar todos los años la Pasión de Cristo. También organizaba encuentros en la gruta Namuncurá que él mismo creó en la rotonda de avenida Rioja y Pedro de Valdivia, el Carnaval de los Niños y hasta desarrollaba campañas solidarias, como visitas con los Reyes Magos a los hospitales o colectas para las personas que lo necesitaban.
Ahora, su tarea terminó, aunque quedan en pie los miembros de su grupo misionero para continuar con su obra. De hecho, todos los allegados pidieron una misa para pedir por su descanso, que se realizará el próximo domingo, a las 20, en la Catedral.