Además de lo social y lo espiritual, los integrantes de la fundación apostaron a que “para que la gente permaneciera en el lugar debía tener una razón muy fuerte, como por ejemplo, un trabajo”. En los diez años de acción solidaria pensaron en algunas alternativas ligadas a la tierra pero no resultó. Sí en cambio prosperaron las ideas y las iniciativas de los locales, según sus gustos y habilidades. Entonces, en todo este tiempo, la comunidad ya han ganado tres proyectos que financia la Fundación del Banco Santander Río y que supervisa la Fundación Impulsar. “La gente de la Villa descubrió que pueden hacer las cosas por sí mismos y que son tan importantes como otros porque los empleados del banco son sus padrinos en el proyecto. Ese fue un gran incentivo”, agrega Loré que según sus cálculos hacía más de 30 años que en el lugar no había un proyecto funcionando por más de 3 años consecutivos. Uno de los microemprendimientos laborales que está en funcionamiento es el Taller textil “El Milagro”. Está a cargo de cuatro mujeres que capacitaron a otras más y entre todas, confeccionan ropa de cama para hospitales y clínicas privadas, ropa para quirófanos y uniformes. El segundo logro es la fábrica de premoldeados “Del Cármen” que provisiona de ladrillones al pueblo y sus alrededores. Los cuatro hombres que trabajan allí también se ocupan de la construcción de medianeras y otras dependencias hogareñas con estos materiales. Ahora, en el 2010, el último proyecto que se incorporó al paisaje de Villa Independencia es “Los trigales”, un microemprendimiento dedicado a la panificación artesanal. Por estos días están terminando de instalar todo el moviliario para empezar a funcionar como “Dios manda”. Actualmente hay casi una veintena de personas que dejaron de ser desocupados para convertirse en empresarios a pequeña escala.
