Por Malena D'Asta * 

Las fobias son una manifestación de nuestros conflictos internos expresados a través de algún miedo llevado al extremo. Es por eso que definimos a la Nomofobia como ese miedo irracional a no tener tu teléfono celular en la mano o cerca nuestro, pero ¿Por qué se le llama “irracional”? porque si lo analizamos en profundidad, como a continuación, vas a darte cuenta lo absurdo que puede sonar.

Muchos de los usuarios de los smarphones al no disponer de este, ya sean por ruptura, estar fuera del área de cobertura, sin saldo, batería, paquete de datos o inclusive por haberlo olvidado en su casa, perdido o robado caen en síntomas comunes como: ansiedad, estrés, angustia, nerviosismo, taquicardia, dolor de panza, náuseas e inclusive ataques de pánico que llevan a caer en pensamientos obsesivos.

El principal origen es el de carecer la falsa satisfacción que produce consultar reiteradas veces de manera compulsiva el celular.

Según las estadísticas, podemos mirar la pantalla por más de 100 metros, es decir, más de una cuadra, incluyendo cruces de calles. Desbloqueamos el aparato unas 200 veces y pasamos al menos 7 horas en línea, sea cual sea la red social que utilicemos, una o varias en simultaneo a lo largo de un día.

Si bien es verdad que el celular nos comunica, nos entretiene, nos mantiene informado, y conectados prácticamente en vivo con nuestros allegados, ¿cuándo es que esta costumbre se convierte en un arma que nos invade? Una de las cuestiones más difícil de definir es el nivel de desatino que hay en esta conducta, si por ejemplo llegas a tu trabajo y te das cuenta que no tenes tu smart con vos, ¿qué haces? ¿volvés a buscarlo? ¿inventas una excusa para que te dejen salir en horario laboral? O, simplemente,  ¿pasas tu jornada sin él?

Según la psicología la nomofobia es producida por problemas de autoestima e inseguridad personal, miedo a decepcionar al otro si no respondo a su mensaje o llamada. Esta  inseguridad que sufre el nomofóbico, hace sentir la sensación de “autoprotección” detrás de la pantalla, aumentando así el pánico del cara a cara.

No tenemos más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que la adicción por el teléfono celular y las redes sociales se está apoderando de nosotros, incluso nos hace abandonar otras circunstancias de nuestra vida diaria, más que nada lo que implique contacto personal (real) con un otro.

Creo conveniente que por eso es que debemos entender y poder diferenciar nuestra vida virtual, que solo es una parte ínfima de nosotros, de nuestra vida real. ¿Es necesario estar conectado con los demás? Si, sin dudas lo es. Pero debemos ponernos primeros a nosotros mismos, nuestra vida, nuestra cotidianeidad, nuestro trabajo, horas de sueño, horas de familia y amigos o simplemente ocio, que no sea un reflejo de una pantalla en nuestros ojos.

Que nos llamen la atención innumerables veces en nuestro trabajo por el uso del teléfono, que nuestra pareja no nos tenga que mencionar que llevamos más de 10 minutos sin mirarla a la cara en una charla, que nuestros hijos no nos reclamen falta de atención. Dejemos esa falta de respeto que causa el no escuchar al otro mirándolo a la cara.

Tratemos de avizorar y así poder tener la libertad de poder hacer lo que tenemos ganas sin la necesidad de padecer la inquietud del estar “desconectado”, de no poder ver que está haciendo el otro, o de qué forma actualizo su red social.  

Es necesario que mejoremos nuestros niveles de auto observación para tomar conciencia de que algo nos está pasando o mejor dicho que algo está pasando a nuestro alrededor y nos lo perdemos. La tecnología está en nuestra vida para ayudarnos, y realmente lo hace, pero la usemos racionalmente, inteligentemente, y si no te sentís capaz de escapar de tu teléfono celular y consideras que ya te está afectando a nivel personal, físico y mental, no dudes en pedir ayuda, que no solo es una problemática de jóvenes adolescentes, es de todos.

Colaboradora: Profesora en psicologia y licenciada en gestion educativa