Cuentan los historiadores que el turismo moderno es fruto del desarrollo del ferrocarril, sin embargo, las vacaciones como tal tienen antecedentes remotos, cuando éstas sólo eran un privilegio para las clases más acomodadas. La historia mundial tiene muchísimos ejemplos de espacios y tiempos para el esparcimiento: desde los baños públicos en Atenas, a los que solo accedían los varones para higienizarse y hacer sociales hasta la red de caminos que encomendó levantar el emperador Adriano (siglo II) para que los patricios y funcionarios abandonaran Roma cada verano, para refugiarse en las villas de la Galia de España o de los países del Danubio. Hipólito Taine describe en su libro “Orígenes de la Francia Contemporánea” cómo se impuso la costumbre de veranear entre los aristócratas del siglo XVIII: con la llegada del verano, los nobles se dedicaban a comer, bailar, cazar. Así los residentes en Versalles y en París viajaban a Champagne, donde la riqueza era ostentada en interminables caravanas de coches y caballos, una mesa bien servida y el alojamiento dispuesto para aquel andariego -de la misma condición por supuesto- que golpeara a la puerta del castillo. En 1836 se publicaron en Alemania las primeras guías del viajero y también por ese entonces empezaron a construirse los hoteles turísticos y a venderse tours que abarcaban excursiones, estadías en los nuevos balnearios y viajes en ferrocarril. De a poco, ese lejano ideal de las vacaciones se fue generalizando. Y en esto tuvieron mucho que las radios y los medios gráficos que -a partir del período de entreguerras- comenzaron a divulgar la idea de que la verdadera vida ya no residía en el trabajo, en los negocios, en la política ni en la religión sino en las vacaciones justamente. Recién después de la Segunda Guerra Mundial, la clase obrera comenzó a acceder a las vacaciones pagas y con ello, el turismo social irrumpió en varios países europeos y en Estados Unidos. Mientras que en la Argentina fue el gobierno de Juan Domingo Perón el que incluyó en su política social los planes de turismo para los sectores de menores recursos económicos. El balneario de Mar del Plata, fundado por Patricio Peralta Ramos en 1874, dejó de ser el centro de reunión de las llamadas “familias copetudas” y empezó a recibir contingentes de trabajadores de todo el país.
