Por Walter Cavalli

­Se llama Matías Pascual. Es uno de los juveniles de esta versión 2009 de Olimpia. De la nueva generación. De los atrevidos del equipo Turco que los mezcla con los que tienen muchos más años de experiencia. Y él fue la llave del éxito para el equipo trinitense. El rubio derrochó habilidad, rapidez e inteligencia. Y no sólo hizo goles sino que también los fabricó para que sus compañeros conviertan. Matías fue el abanderado de la hazaña Turca en el Gigante de Rawson. Allí, donde Olimpia le ganó a Unión por 8-7 y cerró la serie semifinal con dos triunfos consecutivos.


Fue un partidazo. Con emoción de principio a final. Con buen hockey de ambos. Con la capacidad goleadora visitante y la conmovedora entrega Azul que luchó por el empate hasta el pitazo decisivo. Lo ganó Olimpia pero no lo mereció perder Unión. Lo que no significa que la victoria del equipo de Tito López haya resultado casualidad. Sólo que el Turco tuvo la capacidad de hacer su juego. De moverse con sagacidad y pegar los golpes justos. Es que el equipo Turco, con excepción del principio en el que arrancó perdiendo, siempre estuvo arriba en el tablero. Y, a eso, lo dominó a la perfección. Jugó con los nervios del local. Y se regozijó en el contragolpe. Tuvo al Tincho Ginestar en otro gran ejecutor. Y al plantel entero, incluyendo a los dos arqueros (Chicho Fraifer y Jorge Castro), que siempre estuvo metido en su misión.


El gol definitivo lo hizo otra bandera Turca: Juan Soria. El Juan de siempre. El que probó desde su campo y la mandó al fondo para llegar a la final.