Desde que comenzó el 2009, los operativos de control para que la ley seca se cumpla dieron una vuelta de tuerca. Se trata de un engranaje complicado, cuyas piezas deben encajar a la perfección cada fin de semana. Aún así, desde la Policía reconocen que no pueden abarcar toda la provincia.

La movida empieza en la Central de Policía poco antes de la 1 de la madrugada. No se trata sólo de los patrulleros que circulan en la calle y que a simple vista parecen pocos para realizar controles. De civil y en vehículos sin identificación, se mueven más de treinta efectivos que salen a recorrer las calles. Siempre son los mismos.

Unos siete autos recorren primero las zonas neurálgicas de la ciudad. Se comunican por handy y celulares, piden apoyo y se pasan datos. A ellos se suman los efectivos que están a cargo del 911. La noche siempre es movida. En minutos pasan de Desamparados a 9 de Julio porque les avisaron que hay menores alcoholizados dentro de un boliche. En medio de todo, otro policía les comunica que un boliche en Rivadavia podría no tener las habilitaciones correspondientes. Verifican. Falsa alarma. La acción se traslada a Concepción, donde el exceso de alcohol se ve en peleas callejeras.

La Comisaría del Menor, Leyes Especiales, Bomberos, División Tránsito, Inteligencia. Son las piezas de un rompecabezas que toma forma para controlar las noches sanjuaninas. Un fiscalizador general, que también es quien dirige el D5, Francisco Aparisi, es el que mueve las piezas. Para ellos, la jornada de trabajo culmina el domingo a media mañana, cuando terminan de llenar planillas y revisar los datos que recopilaron durante las recorridas.