Por Sara Valenzuela, Licenciada en Sociología y especialista en Estadística, a punto de recibir su doctorado en Estadística Demográfica. El peso de la imagen publicitaria y la fuerza propia de las marcas son indudables. Una gran mayoría de consumidores desea vestir con “indumentarias de tales marcas´´ de pies a cabeza y en el caso de los niños y particularmente entre los adolescentes, mucho más. También añoran disponer para su uso y exhibición entre sus pares o grupos de referencia artículos electrónicos de alta gama o máxima novedad tecnológica. Por supuesto que la penetración comercial y la decisión de compra dependen de las posibilidades económicas; o en rigor del potencial -capacidad efectiva- de compra de cada uno (ingresos y pautas culturales). De todos modos, este interés y búsqueda de bienes (atuendos, zapatillas, artículos de electrónica) “de marca´´ se ve reflejado en la motivación-decisión-capacidad de compra de muchos, inclusive hasta en aquellos a los que poco les importa si los fabricantes tienen a sus empleados en negro o los explotan, o si los artículos ofertados son prendas de origen ilegal, o por el contrario, imitaciones de diseño pero de menor calidad. Entonces al momento de la compra, prima el deseo y la necesidad de estar a la moda, de usar aquello que el resto de su grupo de referencia ya posee. Esto se advierte especialmente en la clase media y los sectores con menores ingresos. El acceso a las “marcas que identifican y asignan status´´, en alguna medida nos iguala, porque deja de ser “sólo algo exclusivo´´ o sello identitario de la franja de la población con mayores ingresos o de una posición social privilegiada. De todos modos, veo que eso ocurre en San Juan con las marcas nacionales, ya que los grandes nombres comerciales del exterior no llegan o llegan en forma exclusiva por vías indirectas o sea no están disponibles en la escena local. Quizás porque no hay un segmento masivo de consumidores o público que demanda dicha oferta, -pese a que actualmente hay sectores cuyos ingresos superan los 20.000 pesos-. A diferencia de los escenarios observados en otros grandes centros poblacionales del país. Es una regularidad que nos particulariza y tipifica: en general al sanjuanino no le interesa ser ostentoso o demostrativo en este sentido. Existe, en nuestro medio o entorno, por supuesto un grupo social que consume marcas exclusivas, a las que acceden comprándolas afuera. Pero en su mayoría el sanjuanino es mesurado, discreto y, quizás un tanto conservador, en sus formas de abastecimiento o de acceso a los bienes de consumo, necesarios para la vida cotidiana. Eventualmente accede a aquellos bienes suntuarios cuando su nivel de ingresos mejora, luego de experimentar una situación de seguridad. En general, prioriza, es decir, tiende a satisfacer sus necesidades básicas como son la seguridad del techo y el tener con qué movilizarse. Es, me animaría a decir, hasta “pudoroso´´ en la exhibición de sus bienes o artículos suntuarios.
