Cuando surgió la noticia de Marito, fue de alto impacto en los lectores de este diario y muchos otros medios, por supuesto. La mayoría de los mensajes que llegaron fueron del tipo: "Éste no tiene solución", "se va a convertir en otro Alvarito, que lo maten antes de que crezca" y peores aún. Ojalá todos los que hayan escrito barbaridades de ese tipo, hayan podido leer la nota que encabeza esta página para que se den cuenta del daño que hicieron. Esta semana volvió a pasar lo mismo con el caso de la chica que fue agredida en una fiesta en Santa Lucía. Todos pedían sangre, la de la menor, la de los agresores, la del juez, la del fiscal, en definitiva, sangre. Y no hay forma de que obtengan su cometido, gracias a Dios. La chica tiene que crecer y será éste un duro aprendizaje de las cosas que hace bien o de las cosas que hace mal, ella y sus padres. Los supuestos responsables son menores y no hay más castigo que el que ya hay para ellos. Y la Justicia está atada de pies y manos porque con las leyes que existen todo lo que hay para hacer, se está haciendo. En el caso de Marito lo mismo, todos los que creyeron que matando a este niño se iba a solucionar el problema, se equivocaron. Todos los que pensaron que la chica de Santa Lucía o los menores que la atacaron deben ser quemados en una hoguera, se equivocaron. Hasta ahora y ojalá siga de esta forma, la vida de Marito les está dando una tremenda lección a todos aquellos opinólogos que suelen atentar contra la moral de otras personas, ojalá la aprendan porque algún día, y Dios quiera que no les pase, pueden estar en esos zapatos. La chica de Santa Lucía no es como Marito, va a una escuela donde hay que pagar y es, si se quiere, del estereotipo de las familias sanjuaninas. Es decir, nos puede pasar a todos. Aprendamos de los niños, que es la única forma de aprender de verdad.
Julio Turcumán

– DIARIO DE CUYO