Independiente no se fue al infierno. Pero casi. O peor: desembarcó en la B Nacional. Quizá si hubiera tenido que viajar al infierno estaría mejor, porque sería como irse a su casa ancestral. La tarde de ayer es la más triste en la vida del club.
La más negra. La que nunca se esperó. Esta jornada donde el Santoral señalaba que era el día de Modesto, santo y mártir, otro santo, Lorenzo, el preferido del papa Francisco, fue testigo de la angustia que acogotó los ánimos de miles de hinchas rojos, comenzando por los once titulares que no pudieron evitar lo peor.
Ahora, los diablos rojos van a tocarle el timbre a Dios para rogarle, como nunca, que el destierro se haga menos penoso y que el paso por la ‘B‘ sea lo más fugaz posible. Y le pedirán que les mande letra para habitar lo desconocido, y que esa transitoriedad en otro mundo, sea sólo eso, un mero itinerario de doce meses.
A su vez, los rojos, que también son criaturas de Dios, quisieran que Él les responda aquello de “Ahora estaré con ustedes” Pero Dios no puede de la noche a la mañana acompañar al Diablo aunque sus seguidores le inundan de lágrimas la puerta del Paraíso. Les pedirá que confiesen y hagan proclamación pública de su fe.
Además, vendrán ahora falsos mesías a buscar culpables y anunciar recetas milagrosas. Pero la calamidad, desgracia que afecta a muchos, pasará. Y un día, el rojo, que simboliza el poder, la vitalidad, el coraje y la ambición, volverá para seguir escribiendo su historia de actuales 108 años de gloria imperecedera. Independiente no se fue: alquiló un hogar en la B, a la espera de que el Diablo no vuelva a meter la cola. Dios mediante.