Una intempestiva medida sindical nuevamente dejó ayer sin servicio a los usuarios de cuatro líneas urbanas de colectivos que cubren el Gran San Juan, impidiendo que centenares de pasajeros pudieron llegar a sus ocupaciones habituales, hacer trámites urgentes, o atenderse en los hospitales.
La medida de fuerza de los trabajadores de las líneas 38, 42, 17 y 40 de la empresa La Positiva duró más de dos horas al iniciar la jornada, suficiente para causar daño a la gente que debió apelar a otros medios de transporte ante el fastidio generalizado de trabajadores que llegaron tarde a sus tareas lo mismo que docentes y escolares, para citar las mayores protestas recibidas en los medios periodísticos. Otra vez el pasajero fue rehén de la UTA ante una cuestión administrativa frente a la patronal, en este caso una liquidación de haberes rechazada por los choferes de las líneas 38, 40, 42 y 17, origen de la protesta que paralizó el recorrido de estas líneas con recorridos en Capital, Santa Lucía y Rivadavia.
El paro sorpresivo es la habitual modalidad del chantaje gremial. Apunta a hacer el mayor daño posible a terceros que nada tienen que ver en un conflicto laboral, pero los gremialistas saben que cuanto mayor sea el perjuicio al usuario de un servicio básico la repercusión mediática los beneficiará.
De nada valen todas las instancias relacionadas con el derecho de huelga, donde el paro es el recurso final cuando se agotan las negociaciones, y todo cese debe ser anunciado con anticipación. El paro en las cuatro líneas de La Positiva no hubiese existido si los servicios públicos prioritarios, como el transporte masivo de pasajeros, tuviesen el resguardo de lo imprescindible.
