A Patón lo entregaron varias veces a familias que querían adoptarlo, pero no había caso, siempre volvía a lo que hasta ese momento era su casa: El predio de logística que la empresa Barrick tiene en el lateral de Circunvalación y Francisco de Villagra. Es totalmente comprensible si allí le habían brindado, por primera vez, comida diaria, buen trato y mucho afecto. Esa es apenas una historia de los tantas que hay de los perros que han pasado por los dos terrenos de la minera ubicados muy cerca uno del otro, y que ya tienen dueño. Es que el objetivo no era sólo aceptarlos, recibirlos y alimentarlos, si también dejarlos en condiciones sanitarias para que encontraran una familia adoptiva. Cada uno de ellos -en un momento llegaron a ser 18 en total-, fue atendido por un veterinario, recibió medicamentos, y el mejor remedio para un ser viviente: el amor de Bea (así la llaman todos a Beatriz Becerra), asistente de la gerencia general y de Andrea Heredia, de recursos humanos. Ambas fueron las promotoras de cuidar a los perros/as que llegaban al terreno aprovechando que había mucho espacio y era de fácil acceso. Primero fue uno, luego otro, y así se fueron sumando también las crías que nacían de las perras que llegaban preñadas. El máximo de perros que tuvieron albergados fue 18, un número bastante alto y que ocasionó problemas entre algunos compañeros de trabajo. No era para menos ya que cuando llegaba gente al lugar los animales andaban como pancho por su casa y no daba una buena imagen a la compañía. Eso requirió de un orden para lograr la convivencia y hasta se sumaron cinco personas más que comenzaron a realizar un aporte económico mensual para su mantenimiento. Así se creó el comité encargado de perros encabezado por sus fundadoras Bea y Andrea, y secundado por Gabriela Espósito; Carlos Bucic; Cecilia Martínez; Elsa Castillo; Nélida Zarzuelo; Mónica Gutiérrez y Patricio Pacheco, quienes se encargan de todas las necesidades de los animales. Diana, Patón, Negra, Joe, Gema, Clarita y sus crías, algunos de los que han pasado por el predio, tenían hasta servicio de catering porque las mismas personas que cocinan para el personal lo hacían para los pichichos. Para los fines de semana dejan un par de ollas con la comida lista, y los integrantes del comité rotan para alimentarlos o lo hace el personal de guardia. Todo un trabajo que realizan con gran cariño, porque muchas veces los animales están medicados y, aun los días, no laborables, reciben los medicamentos. “Nuestra idea también es dar el ejemplo por eso nos encargamos de esterilizar a las perras para evitar que hayan tantos abandonados en las calles, sin alimento y sin cuidado”, explica Andrea, que hace pocos días encontró uno abandonado adentro de una bolsa en tan malas condiciones que estuvo internado 15 días. Ahora está espléndido y en su casa. Perros que sin duda para este grupo de empleados de la Barrick, valen oro.