En el barrio la conocen como doña Nina y es una de las vecinas más antiguas del lugar. Llegó junto a su marido y sus dos hijos ni bien entregaron las casas. Para la mujer, lo más impactante fue el playón de juegos que había para los chicos. Sin embargo, lo que marcó un antes y un después, fue la colocación del asfalto en las calles. Erlinda contó que se sentían privilegiados por vivir en un lugar donde la tierra no invadiera las viviendas, como sucedía en otros sectores de la provincia. Además las casas eran grandes, al igual que el terreno que las rodeaba. La casa de Erlina es una de las pocas que mantiene el diseño original intacto. La mayoría de las viviendas fueron remodeladas con el tiempo y sus dueños originales las vendieron.