�El Papa no deja de sorprender al mundo con sus pequeños gestos, alejados de las formalidades. Mientras se gana el corazón de los fieles, la prensa empieza a compararlo con Juan XXIII, por su sonrisa y sencillez.
Una agenda vieja y unos zapatos gastados eran las recomendaciones que había trasmitido a sus colaboradores en Buenos Aires para que le trajeran sin falta al Vaticano. Con la agenda en su poder, donde guarda celosamente números de teléfonos y fechas de cumpleaños, Jorge Bergoglio pudo contactarse el domingo con su hermana María Elena, en Ituzaingó, quien relató emocionada que le dijo que sentía ‘mucha alegría‘ por haberse transformado en Papa.
Pagar con dinero de su bolsillo sus propias cuentas, no usar los autos oficiales, romper las reglas del protocolo, acercarse a la gente para saludar, e improvisar sus mensajes son otras de las cuestiones que sorprenden. También el Papa prefiere ornamentos más sencillos, como una casulla -vestidura exterior- de Juan Pablo II que utilizó el domingo pasado.