Quienes recuerdan aquel 29 de junio de 1986, aseguran que nunca habían visto ni volvieron a ver la plaza 25 de Mayo tan llena como después del 3 a 2 que le dio a la Argentina la victoria ante Alemania. La crónica publicada un día después por DIARIO DE CUYO narra que la gente llegaba desde todos los puntos cardinales, “se vio una marea de banderas celestes y blancas por la Central, la Mendoza y la Mitre”. Y que, las distinciones de clases se borraron, “estaba desde al humilde obrero en su bicicleta hasta al señor del auto último modelo”. Esa fue la primera de las 3 finales con Alemania, que dejan 3 sensaciones distintas: la alegría desenfrenada del ‘86, la bronca motivada por la decepción del ‘90 y el sueño de hoy. Sanjuaninos destacados en distintos ámbitos cuentan sus experiencias y, así, plasman cómo se vive en estas tierras la pasión del fútbol y la celeste y blanca.
Ya la previa de la primera Final generó emociones fuertes. La Guerra de Malvinas hacía eco entre los argentinos y el estadio Azteca, en México, ofrecía al menos una mínima revancha. La gloria llegó de la mano izquierda de Maradona y de su corrida maratónica, que generó “el gol a los ingleses”. Con un 2 a 1 a favor, la Argentina dejó afuera a su enorme rival y pasó a la Final. Mario Villalobo, de Los Pimpinelas Sanjuaninos, recuerda que “el gol de Diego a los ingleses fue un triunfo, aún sin saber si éramos campeones”. A su vez, el periodista Jorge Olivero cuenta que “el gol que más grité fue el de Maradona a los ingleses. Hice una promesa: no ver el primer tiempo de la Final”. El día del partido se fue a caminar por el barrio Los Álamos, dice que “era el único loco en la calle. De golpe escuché un estruendo, fue el gol del Tata Brown. Vi el segundo tiempo y nos fuimos a la plaza”.
En medio de la multitud que copó el corazón de la ciudad estaba la actual directora de la Casa de Sarmiento, Mónica Arturo, embarazada de 7 meses. “Me quedé a la orilla, por seguridad, pero no pude evitar ir a festejar”, dice. Y también, el periodista Gustavo Toledano, quien había llegado en el camión de su padre. “Tenía unos 14 años. Salimos a festejar en el camión y mientras avanzábamos por el barrio se subían los vecinos. La plaza nos sorprendió: era un mundo de gente. Hasta me dio miedo la multitud”, relata el periodista. A su vez, el actor Javier Cerimedo hizo caravana a bordo del Peugeot 504 de su padre, asomado por la ventana del techo y haciendo flamear la bandera. El que no necesitó la enseña patria fue el malambista Juan Peletier, dado que llegó al centro en el rastrojero blanco y celeste de su papá. La euforia del momento le dio fuerzas a Héctor Barrionuevo, exjugador de vóley, a su hermano y a sus amigos para caminar desde el barrio Del Bono hasta la plaza. “Llegamos y empezamos a dar la vuelta a la plaza, como si fuera la vuelta olímpica. Fue muy difícil, por la cantidad de gente. Estuvimos ahí como 7 horas”, cuenta.
Sólo 4 años después, en Italia, se reavivó el entusiasmo: Argentina volvió a alcanzar la Final y nuevamente debió enfrentarse a los alemanes. El haber levantado la Copa en el Mundial anterior daba un optimismo extra, pero eso también generó que, tras el 1 a 0 a favor de Alemania (con un penal que aún causa polémica), la decepción fuera mayor. Muy pocos llegaron a la plaza 25 a festejar el segundo lugar, la mayoría se refugió y masticó bronca. “Fue una amargura, no quise salir ni a la puerta”, asegura Barrionuevo. Y el cantautor Gustavo Troncozo dice que “fue muy triste. El penal de Codesal -el árbitro mexicano- y los insultos de Maradona a los tanos hicieron que la derrota fuera más dura”. A su vez, Peletier dice que lloró como nunca y Ceremido aún siente la decepción. Armando Rosales, titular de la peña de Boca y especialista en Cardiología, asegura que “la tristeza invadió los corazones”. Por eso, cuando terminó el partido, el padre Pepe Ortega, salió en su moto, con una bandera, a recorrer Chimbas para animar a la gente.
Por el tiempo que pasó desde el último festejo, la oportunidad de la revancha y el entusiasmo de los jugadores de la Selección, todos esperan con ilusión lo que sucederá hoy. “Es difícil Alemania. Pero nuestros jugadores son hábiles y se llevan bien. A eso no lo hemos visto en los últimos mundiales”, asegura Rosales. Y Troncozo dice que “vivir de nuevo eso es maravilloso. Tengo fe en estos muchachos, tienen mucho coraje y en eso no nos gana nadie”. Mientras, Peletier prepara el rastrojero blanco y celeste en el que salió a festejar en el ‘86 para sacarlo hoy nuevamente, “y dar la vuelta”.