Cuando el público ya estaba empezando a impacientarse, el show arrancó de golpe: un meteoro, mucho más brillante que las estrellas, apareció cerca de la constelación de las Tres Marías y se trasladó hacia el Oeste, dejando a su paso una estela celeste, muy luminosa, durante algunos segundos. Era la 1.17 de ayer y con ese espectáculo increíble nacía el primer aplauso descosido de la noche, a los tiritones por el viento frío, entre las más de 200 personas que habían ido (en distintas tandas) a presenciar una lluvia de meteoros desde la terraza y el observatorio del Complejo Ceferino Namuncurá, en San Martín.

Los más entusiasmados eran los niños. Envueltos en mantas, algunos apoyados en las barandas del cerro y otros sobre los hombros de sus padres, de inmediato asociaban los meteoros con los extraterrestres. Más atrás, un grupo de jóvenes discutía sobre el origen de los meteoros y las estrellas fugaces, y sobre quién había visto los más "copados". Y a cada paso de una nueva bola luminosa, se renovaban los aplausos y los hurras.

En realidad, de las gemínidas (tal como se llama este evento cósmico, por tratarse de meteoros provenientes de la constelación de Géminis) se pudo ver poco. Estaba previsto que se apreciara más de 1 meteoro por minuto a lo largo de una hora, entre la 1 y las 2 de ayer, pero la "lluvia" duró 35 minutos (de 1.17 a 1.52) y dejó ver 10 meteoros en movimiento, algunos más luminosos y otros menos. Pero hubo una ventaja: se suponía que todo sucedería bien al Norte, donde en ese momento había mucha tierra y nubes por el viento, pero el espectáculo pudo apreciarse directamente sobre las cabezas del público.

Así que la gente que había ido hasta el complejo lo vivió como una fiesta. Estaban allí porque el cerro Pie de Palo era uno de los sitios ideales de observación y porque también se podía usar el telescopio del lugar. Finalmente esto no se pudo hacer, por temor a que la tierra del viento dañara las lentes del aparato.

Pero ni siquiera hizo falta. Las luces móviles del cielo, que semejaban estrellas fugaces con una cola larga y celeste, con borde amarillo, eran tan perceptibles a simple vista que cada una de ellas arrancó gritos y cadenas de "ohhh".

Tanto era el entusiasmo que habían generado las gemínidas, que pasadas las 2 de la mañana seguían llegando familias enteras al complejo, cuyas puertas estuvieron abiertas hasta las 3. Y los rezagados debieron volver a su casa con gusto a pólvora, ya que el espectáculo en el cielo había terminado.