Decir que Daniela Mercury lució su status popular en la Fiesta de las 2 Puntas sería subestimar honestidades. Pero no por la escasa platea que se vio el jueves en el predio de Rivadavia (y casi inamovible durante el número central, salvo el cierre), sino porque fue más allá de un simple show de samba o una oportuna invitación para promocionar su nuevo disco Canibalia.

Es que verla en escena (por primera vez en la provincia) implicó, además de soportar un tedioso retraso general de una hora, adentrarse en su cultura bahiana y mestizar su sensitivo vuelo ancestral, mezcla de oscura esclavitud e iluminada belleza turística.

Un viaje imaginario de arte que (además de pasión y creatividad) estableció una soberbia percusión de músicos, inagotable swing brasileño y conmovió con absoluta libertad, la misma que promovió su danza y anecdotizó sus 45 años.

El trazo sonoro delineó, y fluidamente, un repertorio que derrochó la fuerza de la batucada, la buena onda del reggae y la hipnosis de la electrónica (licuado de interesante resultado y grata sensación).

Secundada por un cuarteto de bailarines (de exigente talento) y por una escenografía étnica y naturista (telones afro con vestigios marinos y selváticos), Daniela mantuvo una impeque coherencia físico-vocal durante las tres horas y no reveló impertinencias.

Vestida de íntegro blanco (el color que eligen sus compatriotas para recibir "puros" el año nuevo), co-habitando con sus dancers-capoeira y luego de que se corriera un pictórico telón (una mulata mixada en oficios artesanales), su fresca sonrisa tropical totalizó el espacio aledaño (de gigantes vacíos) y emprendió su entonado recorrido. Así y con letras motivantes (con frases trilladas pero realistas como "Es mejor ser alegre que ser triste"), la multipremiada artista conformó un repertorio que incluyó la mística de Perola Negra (Perla Negra) y Preta (Negra, un retrato alegre de su orgullo africano), la cadencia intermitente de Rapunzel (primer afloje sanjuanino de "cadeiras"), Musica de Rua (Música callejera, con notable espíritu carioca) y hasta la versión en portugués de La Vida es un Carnaval, de Celia Cruz, con la que no sólo invitó al público al próximo carnaval de Bahía, sino que sutilmente ninguneó al de Río.

"Antes pensaban que Brasil era un país de melancolía y boleros, pero con ella todo cambió. Por eso la invité a la Fiesta de las Dos Puntas’, prosiguió Mercury y preludiando un colorido homenaje a su hollywoodense coterránea Carmen Miranda. Tributo que también cobijó a la entrañable Mercedes Sosa con el canto de O qué será (escrita por el gran Milton Nascimento y extraída del álbum Cantora 2 de La Negra).

"Es un honor estar aquí haciendo esta fiesta de integración entre Chile, Argentina y Brasil. ¡Viva San Juan!, ¡viva Rivadavia!", profesó luego con entretenido portuñol y para precalentar el ingreso de una cautivante versión de Himno de las Américas"(la que dice: Salgo a caminar, por la cintura cósmica del sur…).

Su recta final (de intensos matices y color) removió la sorprendente falta de entrega cuyana para acompañar su vitalidad (quizás por falta de hábitos o rocosos efectos climáticos) y despuntó explosión con O canto da cidade (Canto de la Ciudad). Exitazo de los 90 y pasaporte for export de vital presencia, que demostró extremo vigor y simpatía coreográfica (la gente recorrió la plataforma ubicada enfrente del escenario de izquierda a derecha y de adelante hacia atrás). En definitiva, el show de Daniela Mercury sirvió para explicar por qué Brasil no traiciona su alegría, mucho menos a sus pies.