Meri se tomaba tiempo para ponerse los pantalones. Ya no tenía que esconderse bajo las frazadas o esperar que sus dos hermanos menores se durmieran para cambiarse, como lo hizo durante el año que vivió con ellos bajo una carpa. Y en condiciones inhumanas. Desde hace un mes tienen, por primera vez, casa propia. Y la posibilidad de dormir en camas separadas, de almorzar en la cocina y de jugar en la galería. Se las entregó el Gobierno de la provincia, luego de que DIARIO DE CUYO contara su historia. Meri es una de los tres hermanos de Juancito, el nene de 10 años internado en el Hospital Garrahan a la espera de un transplante de corazón. Y que antes jamás tuvieron vivienda propia. Antes de terminar hacinados en una carpa vivieron en la casa de una abuela. El costo del tratamiento de la enfermedad de Juancito no les permitía alquilar ni una piecita. Su condición económica no mejoró. Pero hoy podrán pasar su primer Día del Niño bajo un techo digno. Y de su propiedad.

"Esta es una casa de verdad -gritó Eliseo mientras corría de la cocina al dormitorio-. Hasta podemos jugar a la escondidita. En la carpita sólo podíamos entrar para dormir porque no teníamos lugar ni para sentarnos a comer".

Hasta fines de junio pasado, Meri (9), Eliseo (6) y Elio Brizuela (7) vivieron con su papá bajo una pequeña carpa en Colonia Fiscal, Sarmiento. Siguen viviendo en la misma dirección, pero en condiciones diferentes. El Gobierno les instaló un módulo habitacional, agua potable y energía eléctrica. Servicios que les cambiaron la vida.

Meri todavía no había lavado los platos, a pesar de la insistencia de su papá, que había llegado cansado de hacer una changa. La pequeña no tenía intenciones de apagar la radio que estaba a punto de desarmarse porque la cinta de plástico que sostiene sus partes había perdido resistencia. Estaba escuchando cumbia. Antes sólo escuchaba el trinar de los pájaros. "Cuando estábamos en la carpa nos teníamos que acostar a las siete de la tarde para no gastar tantas velas -recordó Meri-. Ahora nos acostamos a las once porque podemos dibujar o saltar en la cama con la luz prendida. También nos quedamos a tomar mate con el papi".

Elio y Eliseo correteaban por la casa detrás de una lata de picadillo que hacían rodar por el suelo. En el dormitorio había una caja repleta de autitos, camionetas y robots, pero no los tocaban. Son de Juancito. "No se los vamos a sacar nunca -dijo Elio totalmente convencido-. Queremos que cuando vuelva se ponga a jugar con nosotros".

El celular de los Brizuela comenzó a sonar. Era Juancito, que llamaba para saludar a sus hermanos desde Buenos Aires. "Los quiero. Pórtense bien. Feliz Día del Niño", fueron las palabras del pequeño, que habló muy rápido porque el teléfono de su mamá estaba a punto de quedarse sin crédito.

Ante la tristeza de sus tres pequeños, Miguel Brizuela decidió adelantarles el regalo del Día del Niño: una bicicleta sin cadena que alguien les donó y que él terminó de armar la noche anterior.